Desarrollar el sentido del humor

Desarrollar el sentido del humor

“La vida es demasiado importante como para tomársela en serio”

Oscar Wilde

Es difícil encontrar a alguien que no reconozca que el sentido del humor es algo muy valioso: un antídoto al estrés, un regalo para los demás, un estímulo para la creatividad y un sinfín de etcéteras. Pero muchas personas ponen reparos a la hora de aplicarlo, y uno de los más comunes es creer que “no tengo sentido del humor”. O sea, que flojean en capacidades como apreciar el humor que nos rodea, de usar el ingenio para jugar y bromear y de compartir la diversión con los demás. Hay mucha gente que se cree deficiente en este tipo de habilidades, como si el humor fuera un don especial que sólo algunas personas afortunadas, probablemente muy pocas, poseen.

Esta creencia está muy extendida, y a veces me pregunto si no se estará propagando entre la población como una especie de virus de la solemnidad. Quizás uno de los motivos es que vivimos en una sociedad en la que el ocio es una “actividad” cada vez menos activa y más pasiva. Hace sólo tres generaciones, antes de la televisión o incluso la radio, la mayoría de los entretenimientos eran participativos. Para divertirse la gente se reunía alrededor de una plaza, de una mesa o de un fuego y contaban cuentos, recitaban chistes, cantaban canciones y practicaban el antiguo arte de la conversación.

Evidentemente todo esto aun existe, pero se observan cada día nuevas pruebas de su degradación, como sucede con el medio ambiente natural y la progresiva desaparición de las especies. Nos hemos acostumbrado a que nos entretengan con películas, programas de televisión, videojuegos y todo tipo de saraos en los que sólo hacemos de público sentadito y formal. Como mucho, aplaudimos. Y así, de la misma manera que estamos perdiendo la capacidad de sumar dos y dos, porque los cálculos nos los hace la calculadora, estamos perdiendo también el sentido del humor porque la comedia nos la sirven en bandeja los cómicos profesionales.

El terror a los chistes

Contar chistesEn mis talleres sobre el  humor, cuando pregunto “¿a cuántas personas se les da fatal contar un chiste?”, aproximadamente un 95% levanta la mano. ¿Significa esto que sólo el 5% de la población posee sentido del humor? En absoluto. Primero, porque los chistes son sólo un tipo de humor muy particular, y todos conocemos a personas muy divertidas que no cuentan chistes nunca. Pero además resulta que la mayoría de las personas que afirman tajantemente no poder contar chistes (añadiendo habitualmente la coletilla de que “en cuanto me los cuentan, se me olvidan”) con muy poco entrenamiento demuestran ser en realidad bastante competentes.

Lo que sucede normalmente es que cuando intentamos contar un chiste, que quizás hemos oído hace ya algún tiempo, tratamos de reproducirlo sin haberlo ensayado ni una sola vez. El secreto de los chistes es que requieren práctica, porque deben exponerse en un tiempo breve y medido y siguiendo una estructura lingüística muy concreta. Si alguien se aventura a contar un chiste sin la suficiente preparación previa, lo más normal es que se estrelle bochornosamente, reforzando su idea de que es “incapaz” de contar chistes. Pero si lo practica cinco o diez veces, de tal manera que es capaz de recitarlo con absoluta naturalidad, es posible que consiga hacer estallar de risa a quienes lo escuchan. Y lo mismo puede decirse del humor en general: no es tanto que tengamos o no tengamos, sino que lo usamos más o menos.

 

El humor: Patrimonio de la humanidadMujer sonriente

No hay nadie que carezca totalmente de sentido del humor. La prueba es que todos hemos sido alguna vez niños o niñas, y sabemos que cuando lo fuimos, bastaba con cuatro sillas y una sábana para montar un circo de tres pistas, asaltar un castillo embrujado, o surcar los siete mares a bordo de un barco pirata. Todo el mundo sabe divertirse, jugar y disfrutar con lo que Chaplin llamaba “el juguete más maravilloso”: la mente humana. Esa capacidad lúdica es lo único que nos hace falta para emplear el humor, y es algo que todos heredamos en nuestro código genético.

Pero evidentemente, una cosa es el patrimonio biológico que heredamos y otro lo que hacemos con él. El humor es como un músculo que podemos ejercitar y desarrollar para tenerlo siempre a punto y listo para trabajar, o que podemos olvidar y dejar que se atrofie. ¿Practicas el juego diariamente? ¿Buscas oportunidades para divertirte? ¿Te reúnes con amistades que te permiten “hacer el tonto”, bromear y “tomarse el pelo” mutuamente? ¿Te comunicas con los niños pequeños y los animales? ¿Cuentas cuentos? ¿Haces teatro? ¿Dibujas garabatos? ¿Dices tonterías? ¿Bailas? ¿Cantas?

Y hablando de cantar…

Te sugiero un ejercicio para poner tu sentido del humor a prueba. Escoge una canción que te guste y un asunto que te esté rondando en estos momentos por la cabeza (si es algo que te preocupa o te moleste, mejor). Ahora trata de ir cambiando la letra de la canción para reflejar el tema que has elegido. El truco es tratar de que suene lo más parecido posible al original. Y no te preocupes que no sea perfecto, ni te salga nada a la primera: experimenta, prueba, y saca a relucir hasta tus peores ideas (a menudo las más divertidas).

Nariz de clownYo me inventé una hace algunos años, durante un tráfico espantoso un sábado de mucho calor (en un coche sin aire acondicionado). Hay que imaginársela con la música de la canción de Ketama “No estamos lokos”: “Si no estamos locos / Muy pronto lo estaremos / Esta autovía / Es como un aparcamiento / Pero que nunca termina / Menudo aburrimiento / ¡Y sudaré! / ¡Ay sí yo su-da-ré!”. Según te vaya saliendo y lo vayas cantando, te garantizo que te vas a reír y vas a comprobar que también tú tienes sentido del humor. A mí esa hora de tráfico se le pasó volando. Y si no te sale, puedes recurrir al plan B: sacar la nariz de payaso de la guantera.