Autoeficacia: Piensa bien y acertarás

Autoeficacia: Piensa bien y acertarás

Esta semana hemos disfrutado de una conversación de optimistas en la que nuestros conversadores han charlado sobre un tema que preocupa especialmente a los sanitarios: el estrés, y un recurso personal que nos puede ayudar a manejar este mecanismo: la autoeficacia. 

Una vez más Florent y Alberto han contado con la compañía del docente del módulo que, en este caso ha sido Julián Pelacho, experto en Inteligencia Emocional y en Psicología Positiva Aplicada.
Su módulo titulado Recursos personales para manejar el estrés: autoeficacia ha tenido muy buena acogida entre los alumnos del campus FHO. 

Comentando sobre los aprendizajes que se llevaban de este módulo, Florent mencionaba los cuatro recursos que configuran el capital psicológico con el que contamos: 

  • Optimismo (o esperanza) 
  • Resiliencia 
  • Autoconfianza (o autoestima) 
  • Autoeficacia 

Este último recurso es el concepto nuclear de la Psicología del Bienestar y alrededor de él, y de su aplicación en el ámbito sanitario para gestionar el estrés, se desarrolló la conversación. 

 

La autoeficacia, una creencia que nos ayuda 

Julián apuntó que la autoeficacia es una creencia (hablamos de un recurso de tipo cognitivo) que tiene una doble matriz: si somos capaces o no de poner en marcha y organizar nuestras capacidades. Esta creencia está asociada a una segunda creencia que dice si somos capaces de conseguir nuestros objetivos 

Es decir: creer que somos capaces de poner en marcha determinados comportamientos y creer que somos capaces de alcanzar ciertos objetivos. 

Conversación de optimistas Autoeficacia

Ser capaces de identificar los logros 

Julián señalaba la importancia de tener evidencias: logros concretos que conseguimos en el día a día y a veces nos pasan desapercibidos y nos cuesta identificar. 

Florent recordó la situación actual que está viviendo la sanidad en las últimas semanas: las huelgas de sanitarios de atención primaria en diversas comunidades autónomas en las que los profesionales reclaman aumentos de sueldo y denuncian la sobrecarga por falta de tiempo para atender a los pacientes.  

Florent quiso conocer de la mano de Alberto, como sanitario, cómo se vive esa sensación de no tener tiempo suficiente para atender correctamente a los pacientes; cómo afecta psicológicamente a los sanitarios.  

Alberto señaló que eran varias las razones del malestar actual en los centros sanitarios. Además de la falta de tiempo, el entorno cambiante y repleto de incertidumbres, con unas exigencias de adaptación casi diarias, agendas repletas y cambiantes… Hacen necesario encontrar herramientas que ayuden al personal de los centros sanitarios a afrontar situaciones complicadas como las que se viven en las últimas semanas. 

Cómo afrontar situaciones difíciles en la unidad 

Florent preguntó a Julián cómo debía afrontarse esa situación concreta de verse en la necesidad de atender a un número alto de pacientes en un lapso limitado y claramente insuficiente: ¿Cuál sería la receta para aumentar la autoeficacia? ¿Cuál sería la estrategia? ¿Rebajar expectativas? 

Julián señaló que es necesario tener en cuenta la circunstancia. citando la conocida frase del filósofo Ortega y Gasset:  

Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo

Es decir, el contexto social en el que vivimos (que exige cada vez una mayor productividad) y lo que la persona puede hacer dentro de ese contexto.  

Es necesario tener esta perspectiva y entender que no siempre alcanzamos nuestros objetivos, aunque realmente lo deseemos (la cultura del esfuerzo y el “creer es poder”): hay muchas circunstancias que no dependen de nosotros. A partir de ahí, ¿Qué podemos hacer? Debemos ser conscientes de nuestras capacidades, enfrentarnos a los retos con ganas y ofrecer pero también saber pedir ayuda: 

Perspectiva, afrontamiento y apoyo mutuo 

La frustración que provoca en los sanitarios la imposibilidad de llegar a los objetivos poco relistas que se les impone, puede desembocar en un desencanto que les lleve a pensar: ”bueno, yo hago lo que puedo y ya está”. Esta erosión dentro de unas profesiones tan vocacionales como son las sanitarias puede llevar a una resignación: la rebaja de las expectativas mina las posibilidades reales 

Julián aprovechó para recordar las cuatro fuentes de la autoeficacia, basándose en evidencias: 

  • Identificar nuestros logros de ejecución 
  • Buscar entre compañeros y compañeras quién es para nosotros un modelo de referencia (esa persona en la que nos fijamos como ejemplo a seguir) 
  • Trabajar la persuasión verbal  
  • Potenciar los estados físicos y psicológicos positivos centrándonos en los logros 

No se trata de rebajar las expectativas a diario, lo que puede llevar a una renuncia, sino de observar y poner en valor lo que funciona. 

O atrapamos lo positivo o acaba desapareciendo 

Alberto quiso preguntar a Julián sobre la utilidad y validez del optimismo inteligente como recurso personal muy valioso. Julián quiso desmarcarse de ese exceso de positividad que parece imperar en nuestros días y que ve como positivos hasta los hechos más desesperanzadores (citando a Barbara Ehrenreich y su libro “Sonríe o muere”).  

El optimismo inteligente es una cuestión de flexibilidad mental. Una persona optimista interpreta un hecho diferenciando los hechos de los juicios (que nos impiden pensar con claridad). Potenciando la capacidad de observar, de poner atención para tener una idea más clara de lo que está ocurriendo y, a partir de ahí, plantearse qué es lo que podemos hacer. Con optimismo. 

La identificación de los logros funciona en paralelo con la práctica de la gratitud (identificación de los motivos por los que estamos agradecidos): reparar en aspectos de nuestra vida cotidiana que son agradables. 

Cómo mejorar el estado de ánimo del equipo 

Julián planteaba una forma de elevar el estado de ánimo de una manera sensata, recordando un consejo que le dio hace algún tiempo un encargado un poco gris y malcarado, pero que comenzaba todas las mañana repasando con los miembros de su equipo qué había ido bien el día anterior. 

La identificación de los logros en las rutinas diarias se puede incrustar de una manera muy sencilla en a orden del día de las reuniones de trabajo llevando la atención de las personas hacia el hecho de que no todo lo hacen mal, si no que hay cosas bien hechas todos los días y que o las atrapamos o nos pasan desapercibidas. Hay que luchar contra el hecho de que nuestra atención acaba cayendo en todo aquello que es motivo de ansiedad y preocupación. 

Sin olvidar que esto debe surgir en un contexto organizativo favorable en el que la organización diseñe un ambiente de trabajo que potencie el bienestar.  

 

¿Creer es poder?  No todo es cuestión de actitud

¿Creer es poder? No todo es cuestión de actitud

Se atribuye a Henry Ford la frase:

“Tanto si crees que puedes hacerlo, como si crees que no, estás en lo cierto”.

Personalmente, estoy de acuerdo con esta opinión cuando hablamos de autoeficacia.

Porque creer que es posible conseguir nuestras metas si ponemos en acción nuestras capacidades, es un requisito necesario para conseguirlas. Pero no es suficiente.

Los objetivos pueden estar perfectamente definidos, pero, aun así, no siempre los conseguimos. No todo depende de nosotros mismos. Ni todo es cuestión sólo de actitud. También influyen las circunstancias, cualesquiera que éstas sean.

Ya lo decía José Ortega y Gasset,

“Yo soy yo y mi circunstancia”.

Y añadía, “si no la salvo a ella, no me salvo yo”.

Cambio y autoeficacia

Las personas que trabajamos en las actuales organizaciones lo hacemos en un contexto externo y organizativo con unas características nuevas y que conllevan una enorme presión e incertidumbre. Lo que se traduce en problemas de salud, de satisfacción y de desempeño, entre otros.

El entorno externo en el que trabajamos y vivimos se conoce desde hace tiempo como entorno “VUCA”. Este acrónimo está formado por las letras iniciales de cuatro palabras: volatilidad, uncertainty (incertidumbre), complejidad y ambigüedad. Es un entorno nuevo en la historia caracterizado por una aceleración del rimo del cambio. Aceleración deliberada, sin duda. Fruto de una hipercompetitividad que se ha instalado en todos los ámbitos: político, educativo, social y, por supuesto, en el ámbito laboral. Las políticas neoliberales tienen consecuencias negativas para nuestra calidad de vida y nivel de bienestar, entre otras muchas.

Este es un asunto que está siendo objeto de estudio desde diversos campos como la filosofía, economía, sociología o la psicología. Algunas obras recientes, ahondan en las raíces de nuestro modo de vida actual y el impacto que tiene en nuestra salud física y mental. Y en nuestra dignidad y autoestima (“La sociedad del cansancio”, Byun-Chul Han, “La tiranía del mérito”, Michael Sandel).

Porque, ¿cuáles son las consecuencias de la adaptación constante al cambio?, ¿qué costes conlleva estar enfocados permanentemente a la consecución de nuevos objetivos en nombre de la mejora continua.?

Mi padre me decía que “lo mejor es enemigo de lo bueno”, ¿tiene algún tipo de vigencia este refrán en una sociedad tan competitiva e individualista? Parece ser que no… y aun así me pregunto, ¿cuánto cuesta conseguir y mantener lo bueno?

En este contexto, situamos el sentido de autoeficacia. Cómo una interpretación adecuada del mismo, puede contribuir a nuestro bienestar y a no perder la perspectiva de que “los demás importan”. Cómo una interpretación basada en la difusión constante de mensajes amables, impactantes, positivos… pueden conducir a la larga a la frustración y a la insolidaridad. Basta con escuchar, entre tantos otros, el mensaje de personas que se han convertido en referentes “del poder de la actitud”. Personas que cuentan con legiones de seguidores y que entusiasman a sus audiencias con mensajes del tipo “…hay personas que, pese a todas las circunstancias, siguen siendo un espectáculo. Que pese a todos los problemas personales y profesionales siguen sonriendo, siguen trabajando con alegría…”. Personalmente, me resulta agotador. Además de afrontar mis problemas personales y profesionales, he de sentirme obligado (y por mí mismo) a sonreír y trabajar con alegría… Y tampoco deseo ser un espectáculo, me conformo con vivir con un poco de paz. Obviamente, este tipo de mensajes mejoran la productividad de las empresas, pero, ¿a qué precio en términos de salud de las personas.? Resulta así significativo el título del libro de otra de las críticas del pensamiento positivo, Barbara Ehrenreich, “Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo”.

¿Creer es poder?

Basta con buscar en la red la palabra “autoeficacia” para encontrar frases del tipo “Todo lo que sucede en el exterior es una consecuencia de lo que ocurre en mi interior” o “No hay nada más poderoso que lo que nosotros creemos, por lo tanto, nuestra convicción será la medicina que nos devuelva nuestro ansiado bienestar”. Ni rastro de las circunstancias.

Esta forma de pensar propia de la cultura occidental actual, no contempla una distinción esencial cuando hablamos de autoeficacia. Albert Bandura, principal referencia en este campo, dice que la autoeficacia es una creencia que la persona tiene en sus propias capacidades. Se trata de la percepción que la persona tiene sobre cómo organizar y poner en marcha ciertos procesos que le posibiliten lograr determinados resultados.

Hablamos de dos aspectos íntimamente relacionados, pero de diferente alcance:

De una parte, la autoeficacia percibida, es decir, la creencia de somos capaces de ejecutar con éxito un determinado comportamiento requerido para obtener unos resultados específicos. Desarrollar comportamientos necesarios para conseguir un resultado puede depender de nosotros. Yo y mis circunstancias.

De otra parte, las expectativas de resultados, es decir, la creencia de que un determinado comportamiento conducirá a unos determinados resultados. Conseguir los resultados, no depende únicamente de nosotros mismos. Somos seres interdependientes. Mis circunstancias y yo.

Esta es la distinción a la que antes hacía referencia: “comportamientos versus resultados”. En la práctica, no obstante, es difícil separar ambas creencias. Desde un enfoque técnico, lo relevante al hablar de autoeficacia es creer que sí es posible desarrollar ciertos comportamientos cuando queremos alcanzar una meta. Porque de ese modo los pondremos en marcha, persistiremos en el esfuerzo y podremos regular las emociones que deriven de las inevitables dificultades que surjan en el camino. Los resultados llegarán así…o no.

Es cierto que a veces decaemos en el intento con facilidad, exageramos las dificultades y experimentamos mayores niveles de estrés si creo que no puedo. Y, al revés, es posible transformar a veces las dificultades en oportunidades y afrontar con mayor motivación nuestro trabajo cotidiano si creo que sí puedo. Aun así, creer no siempre es poder. No podemos olvidar el contexto socioeconómico en el que ponemos a prueba nuestra autoeficacia. Además, no es igual para todas las personas.

Una última cuestión. La autoeficacia percibida es un juicio personal y por lo tanto tiene un componente de subjetividad. Por tanto, si mi juicio sobre mi capacidad es infundado -tanto si me creo capaz como si no- me faltará la claridad necesaria para la toma de decisiones. Porque si realmente no puedo (carezco de las capacidades o el objetivo es inalcanzable) y me dejo llevar por el “poder de la actitud”, fracasaré y puede que me sienta culpable, adicionalmente. Si, en cambio, sí puedo, pero no conozco o infravaloro mis capacidades, perderé algunas oportunidades sólo por el hecho de ni siquiera intentarlo.

Algunas sugerencias prácticas

Por esta razón es imprescindible disponer de evidencias acerca de nuestras capacidades y no dejarnos llevar por los cantos de sirena del “poder de la actitud” indiscriminado. ¿Cómo podemos adquirir mayor nivel de consciencia y disponer de un juicio más ecuánime sobre nosotros mismos?

Para ello, podemos detenernos -permaneciendo el tiempo necesario en nuestra zona de confort- y observar aquellos logros que hemos conseguido en el pasado. Identificando y apreciando nuestros logros podemos preguntarnos, “¿qué fortalezas estuvieron presentes en los mismos?”. Esta es una primera fuente para encontrar evidencias acerca de nuestras capacidades.

También podemos preguntar o dejarnos guiar por personas que nos conocen bien y en las que confiamos, ¿qué capacidades observan en nosotros y que a veces nos pasan desapercibidas?. Esta es una segunda fuente de autoeficacia.

Adicionalmente, también ocurre que en nuestro ámbito laboral o personal, hay personas que percibimos capaces y que pueden ser fuente de inspiración (no hay envidia sana), ¿qué comportamientos desarrollan?, ¿cómo podría aprender yo de su manera de actuar?

Por último, es importante mantener, de una parte, la energía necesaria para poner en marcha nuestras capacidades a través del descanso, actividad física, nutrición, meditación

Y, de otra, mantener un estado psicológico adecuado a través del optimismo (en su justa medida), el humor o la autorregulación emocional.

Conclusiones

La autoeficacia es, en sí misma, un recurso personal que facilita nuestra motivación, nuestro desempeño y nuestro bienestar. Pero en el contexto político, económico y social actual su significado se ha adulterado. El mensaje que se nos ha transmitido y que prevalece incuestionado es “si lo intentáis, podéis conseguirlo”. Esta idea lleva a la persona a sentirse responsable de sus propios éxitos… o fracasos. De ahí, las consecuencias psicológicas de falta de autoestima cuando no alcanzamos nuestras metas o no progresamos.

Desde los años 80 del siglo pasado, nos hemos socializado progresivamente en una cultura del esfuerzo individual que nos promete prosperar en una economía globalizada. Pero las circunstancias no son iguales para todas las personas.

Y, como decía Ortega: si no las salvo a ellas, no me salvo yo.

No todo es cuestión de actitud, ni de mantener la alegría pese a las dificultades. Esta es una forma sutil de sumisión a un sistema interesado en la productividad a cualquier precio. Incluso a costa de nuestra salud física y mental. Quizás desarrollar una creencia de autoeficacia colectiva podría contribuir a construir un entorno laboral digno y una sociedad más solidaria y esperanzadora para las generaciones futuras.

Si te ha interesado este post, no te pierdas el módulo Recursos personales para manejar el estrés: autoeficacia dentro del campus FHO

Cuidarnos nos conecta

Cuidarnos nos conecta

AUTOCUIDADO

El autoconocimiento, el autoamor, el autocuidado y, en general, aquello relacionado con mirar hacia dentro, puede dar la impresión de dejar fuera a los demás, de no cuidarles o de no estar para ellos.

Priorizarnos no quiere decir elegirnos siempre, pero sí tenernos en cuenta en esa elección

Considero que responsabilizarnos de lo que sentimos, deseamos o necesitamos y atenderlo o pedir ayuda para hacerlo nos beneficia y, por lo tanto, también tiene efectos en las personas con las que nos relacionamos. Al contrario de lo pueda parecer, entrenar esta mirada nos facilita el poder empatizar con quien en algún momento no puede hacerse cargo de su dolor o dificultades.

De esta manera, libres de nuestro peso, tendremos las manos disponibles para sostener el de otras personas. Si no, sin liberar carga, el peso se posa y con el tiempo será insostenible.

Por lo tanto, el autocuidado no nos aísla, nos conecta al resto de personas. En muchas ocasiones, nuestras necesidades emocionales son muy similares y, estando alineados con las propias, afinamos esa mirada compasiva, que puede ser una caricia para alguien que está en una situación dolorosa.

Si lo mío está sin mirar, mi campo de batalla será  la reivindicación, la exigencia, el victimismo, el cansancio extenuante, la autosuficiencia forzada  o cualquier otra forma que pueda manejar.  No es bueno o malo, es lo que podemos hacer para tratar de sentirnos mejor.  El problema es que desde aquí, no puedo ver pero necesito que me vean. Del otro modo, me veo y deseo que me vean, pero no lo necesito.

Cuando hablo de ver me refiero a sentir que me entienden, que conectan conmigo más allá de lo obvio, que validan y legitiman mis emociones y que son responsivos con mis necesidades.

¿QUÉ ES?

Es hacer y dejar de  hacer. Es la actitud y el permiso. Es lo que necesitamos, podemos y queremos darnos y soltar en la intimidad o en compañía.

Es muchas cosas y todas o ninguna de las que aquí aparecen puede encajarnos del mismo modo, porque sobre todo, es respeto y compasión.

Para profundizar algo más en este término vamos a poner el foco en cuatro aspectos importantes:

  • Permiso.
  • Dejarnos cuidar.
  • Gestión emocional.
  • Límites.

PERMISO

Cuando podemos conectar con cómo nos sentimos y qué necesitamos, por muy importante, buena y coherente que sea una acción o por mucho que esté en consonancia con nosotros implicarnos en esa lucha, no siempre es el momento de centrar todas nuestras energías en ella.

Una vocecilla interna nos increpará por no hacer aquello en lo que creemos, la otra nos agradecerá el  parón, el cuidado propio y la preferencia por aquello que en ese momento requiere nuestro  tiempo, cuidado, energía y atención.

No nos perdemos por permitirnos esto. Ni a nosotros ni todo lo que llevamos hecho hasta ahora. Seguimos siendo las mismas personas pero en un momento, con unas circunstancias y unas prioridades distintas, que por supuesto, pueden variar.

Y esto también es coherente, por lo menos en este momento con nuestras  necesidades presentes y con uno mismo.

Sin dedicarnos tiempo y escucha, esta elección se vuelve un automatismo y desde aquí estaremos más polarizados. O priorizaremos siempre a los demás o nos elegiremos en la mayoría de las ocasiones.

Esto tiene que ver con la importancia que adquiere, más que lo que hacemos (que también), desde dónde lo hacemos. Desde el cariño, la culpa, la opinión de otras personas, el amor, el miedo, etc.

AUTOCUIDADO TAMBIÉN ES DEJARSE CUIDAR

En muchas ocasiones nos cuesta mostrarnos vulnerables. Sobre todo en grupo o con determinadas personas y sostener las miradas y lo que puedan estar pensando cuando lo hacemos.

Con el tiempo, los años y la revisión de nuestra historia podemos darnos cuenta de que a veces no son las miradas, sino nuestra interpretación de ellas lo que nos incomoda.

Pero esa interpretación es nuestra, o quizá suya, pero lo importante es que no nos define.

Podemos desear que sea de otro modo, pero hay una diferencia sustancial entre desear y necesitar.

Porque recuerda:

Que algo te venga muy bien, te ayude y puedas desearlo con todas tus fuerzas no significa que lo necesites.

Porque cuando tu mirada hacia ti cambia, cuando te relacionas con personas que pueden verte en toda tu esencia y abrazarla, las defensas bajan y las barreras, a veces, también.

¿Y por qué digo a veces? Porque no es negativo poder poner límites y protegerse cuando sea necesario.

Con este cambio puedes ver compasión donde antes desconfianza y, aunque los viejos resquicios del pasado en forma de creencias  aparecen en ocasiones, sabes que son eso, de otro momento y que están desactualizados. Y sobre todo, no sé si gracias a ellos pero sí con ellos, hoy has llegado aquí.

Por lo tanto, tengamos presente que solos podemos hacer muchas cosas, pero si necesitamos ayuda, compañía y consuelo también podemos pedirla y sobre todo, dejarnos sostener.

Porque en muchas veces nuestro autocuidado comienza con poder recibir el apoyo de quien nos acompaña.

REGULAR NUESTRAS EMOCIONES NO ES REPRIMIRLAS

Autocuidado es escucharse, observarse, expresarse, protegerse y amarse. Es abrazarse, priorizarse y poner límites. Reír y disfrutar. Llorar, dormir y acariciar.

Autocuidado es parar y observar cómo no hacer nada puede ofrecernos mucho y cómo no parar también puede valernos en ocasiones.

Es flexibilidad para permitirnos el cambio y también poder sentir miedo y rigidez ante lo nuevo.

Ilustración del libro  ”El cerebro del niño” de Daniel Siegel

Ilustración del libro ”El cerebro del niño” de Daniel Siegel

Es conectar con la ambivalencia de sentir un deseo y su contrario, con el cambio y la convivencia de todos sus matices.

No podemos atender y gestionar algo que negamos. Además, si le cerramos la puerta a lo que nos gusta menos sentir, también se la estaremos bloqueando a lo agradable.

LÍMITES

Poner límites es expresar hasta dónde, cómo y cuándo. Es ocupar nuestro espacio, alzar nuestra voz y respetar nuestros tiempos.

Es decir hasta aquí y no necesariamente de manera tajante. Puede haber firmeza pero también asertividad. Porque quien sabe poner límites adecuadamente también sabe encajarlos.

Por lo tanto, nos une y conecta porque quien aprende a ponerlos comprende lo que implica hacerlo.

Y llegados a este punto, a mí, que no me gusta esto de ser categórica, llevo un texto entero afirmando con rotundidad lo que es el autocuidado.

No sé lo que es para ti. Sé lo que fue y está siendo para mí.

Si te apetece, puedes y quieres. Si te viene bien y es lo que deseas en este momento, te invito a crear y experimentar  tu propia idea sobre él. Me encantará conocerla.