¿Qué es lo peor que puede pasar cuando un jefe o jefa pide algo?

¿Qué es lo peor que puede pasar cuando un jefe o jefa pide algo?

Lo primero es que si lo está pidiendo no lo está exigiendo. Y este simple hecho, en el mundo del trabajo, es ya casi un acto revolucionario.

Pero ciñámonos a la pregunta, ¿qué es lo peor que puede pasar cuando un jefe o jefa pide algo en vez de exigirlo?

 

La respuesta a una peticición puede ser «no»

Entiendo que lo que se intenta evitar, y es por lo que se suele recurrir a la exigencia, es la posibilidad de recibir un «no» por respuesta; que la idea propuesta por el mando superior no sea aceptada por el empleado o la empleada.

Aunque cueste un poco imaginárselo vamos a ponernos en esta situación.

Puede que no estemos muy acostumbrados a escuchar peticiones que no lleven asociado o implícito algún grado de exigencia. Puede que resuene en nuestra cabeza alguna frase del tipo: “A un jefe o jefa no se le puede decir que no”. Pero sigamos con ello, el peor escenario posible: que me puedan decir que no. O ya puestos, que me lo digan. Que yo, como jefe o jefa de servicio, realice una petición y me digan eso que más temo: no.

A partir de ahí, una pregunta lógica podría ser: “¿Por qué no? ¿Cuáles son los motivos de la otra persona para decir no?” Si el empleado o empleada tuviera cualquier tipo de motivo personal, siempre podría optarse por hacer la petición a otra persona del equipo. Pero pongamos que no, que es un motivo de trabajo, que existe un desacuerdo con la estrategia que quiere llevarse a cabo a través de esa petición. Una posibilidad aquí sería volver ipso facto al método tradicional: “Pues lo haces y punto, aunque no te guste”, vamos a explorar aquí otras vías.

 

Encontrar otras vías que no sean la exigencia

Imagina que, poniéndonos en lo peor de lo peor (modo ironía on), el jefe o la jefa decide escuchar a su subalterno o subalterna y los motivos por los que no está conforme con esa estrategia. A lo mejor incluso hasta le pregunta: “¿Y qué harías tú entonces?” Y puede darse el caso de que la estrategia propuesta por la otra persona sea más efectiva que la propuesta inicialmente, aunque no vamos a explorar esta variante ahora. Estamos valorando el peor escenario posible:

  • jefe/a pide
  • el empleado/a dice que no
  • jefe/a pregunta por qué
  • empleado/a le da sus razones
  • jefe/a solicita una solución alternativa
  • empleado/a plantea la suya
  • … pero no logra convencer a su superior.

¿Qué hace ahora la persona a cargo? Sigue pensando que la suya es mejor estrategia. Y si ya estaba a gusto con su idea, ahora lo podrá estar más: ha podido contrastarla con otra persona y verificar que la suya es objetivamente más adecuada. Y si tiene claro por qué la suya es objetivamente más adecuada, tiene una gran oportunidad de contarle a la persona de su equipo por qué su estrategia es objetivamente más adecuada. Si te fijas la conversación no gira en ningún momento sobre si el ego como jefe puede soportar o no que un empleado diga que no. La conversación tiene todo el foco puesto en la esencia del trabajo, en las propuestas. En la valoración objetiva de cada una de ellas, independientemente de dónde vengan.

 

Aprovechar un «no» para confontar ideas y encontrar soluciones

Un «no» puede ser el detonante perfecto para la confrontación de ideas, la optimización de procesos y las soluciones más innovadoras. Un «no» puede ser el origen de un gran salto cualitativo en tu servicio. ¿Por qué no se cultiva más el no?

Imagino que algunas causas pueden ser no saber muy bien cómo manejarlo o el temor a que afecte de alguna manera al buen orden de la unidad. Por eso el «no» vive enterrado en los lugares de trabajo, cual átomo radioactivo, bajo una gran montaña de exigencia. Sin ser muy conscientes de que esas montañas de exigencia que protegen del «no» tienen, en realidad, peores consecuencias que las del peor «no» imaginable.

 

¿Cómo gestionar un «no» desde la CNV?

Gestionar el «no» es delicado y tiene sus particularidades. Al mismo tiempo, un “no” gestionado con herramientas y desde el conocimiento puede convertirse en el mejor optimizador de procesos y de relaciones en la empresa. ¿Cómo aprendemos a manejarlo? A través de la Comunicación No Violenta.

Esta nos ayuda a encontrar el “sí” que hay detrás de cada “no”, porque cada vez que decimos que no a algo, estamos diciendo que sí a muchas cosas. Nos ayuda a poner el foco ahí.

También nos recuerda que el “no” nunca es a la persona, sino a la acción concreta que esa persona está proponiendo. En nuestro caso, el subalterno o subalterna en realidad no le está diciendo que no al jefe o jefa, no está negando a la persona, está diciendo “no” a una propuesta concreta en un momento concreto.

Y por último, la Comunicación No Violenta identifica a la exigencia (junto al juicio) como uno de los dos pilares fundamentales de la violencia. Como uno de los dos principios generadores de comunicaciones, actitudes y comportamientos violentos por parte de las personas. Por tanto:

¿Qué es lo peor que puede pasar cuando un jefe pide algo?

Que le digan que no y, de alguna manera, el servicio sea un poco mejor de lo que era antes de dejar espacio a que ese “no” pudiera producirse.

 

¿Te ha gustado este post? «noes» bienvenidos 😉

¿Existen las personas tóxicas?

¿Existen las personas tóxicas?

¿Existen realmente las personas tóxicas?

El hecho es que, existan o no, están en la conversación en el mundo de la empresa.  La expresión “personas tóxicas” puede considerarse como una evolución de otra más clásica: las famosas “manzanas podridas”.

Las personas etiquetadas como “personas tóxicas” o como “manzanas podridas” parecen compartir un mismo concepto esencial: el de persona potencialmente peligrosa para las relaciones en la empresa debido al efecto contagio de su comportamiento. De hecho, es probable que hayas escuchado en más de una ocasión la frase: “Una manzana podrida es capaz de pudrir a toda la cesta”. O bien la de: “Aléjate de las personas tóxicas, te comen toda la energía”.

También es más que posible que ahora mismo vengan a tu cabeza personas de tu entorno laboral, bien sean del presente o de un pasado más o menos lejano, cuyo perfil te encaja a priori en esta calificación de “persona tóxica” o “manzana podrida”. ¿Es así?

Es más, puede ser también que en este preciso instante tú mismo hayas aparecido en la cabeza de alguien al realizar esta reflexión…

–       Qué dices… ¿Yo una persona tóxica?

–       Puede ser…

–       Pero… si yo soy muy normal.

–       ¿Te has constipado alguna vez?

–       Sí, claro.

–       Pues ahí lo tienes. Puedes ser una persona tóxica.

–       ¿¡Eh!?

Si piensas que este diálogo no tiene ningún sentido, continúa leyendo un poco más y verás a lo que me refiero. Cuando una manzana de verdad, la fruta, está podrida lo solemos expresar de esta manera: “Está podrida”, utilizando el verbo estar. Sin embargo, cuando lo aplicamos sobre personas decimos: “Es una manzana podrida”, utilizando el verbo ser. Este matiz, lejos de ser algo anecdótico, tiene unas implicaciones muy importantes. El verbo ser da un carácter de estado permanente que el verbo estar no da.

¿Personas tóxicas o comportamientos tóxicos?

No es lo mismo decir que una persona es una enferma que decir que una persona está enferma. De la misma manera, no es lo mismo decir que una persona es tóxica o que está tóxica.

¿Por qué? Porque ser una persona tóxica es algo permanente, mientras que si la persona está tóxica. el foco comienza a ponerse más en los comportamientos que realiza y menos en su cualidad como persona. Todos hemos estado enfermos en algún momento, ¿no?.

¿Nos convierte eso en “tóxicos” o “podridos”?

Todo es cuestión de dónde se pone el foco, en el juicio a la persona o en los comportamientos. Mi intención no es la de defender ni justificar los comportamientos que se pueden considerar tóxicos, sino la de señalar directamente los comportamientos y no tanto a las personas que los realizan.

personas tóxicas

En el caso de las frutas parece que lo tenemos más claro: están podridas. Es un estado temporal. Y además, que no afecta a todo el contenedor. No sé tú, pero yo he llegado a utilizar el cuchillo con precisión de cirujano para poder salvar la mayor cantidad de manzana posible. Porque entiendo que, en todo caso, el problema está en el gusano, y no en la totalidad de la manzana.

¿Por qué cuando hablamos de “personas tóxicas” o de “manzanas podridas” afectamos a la persona, es decir, a todo el contenedor?

¿Por qué no ponemos el foco únicamente en el comportamiento?

¿Por qué no se habla de “comportamientos tóxicos” o “comportamientos podridos”?

¿Por qué se opta a menudo por tirar la manzana entera a la basura?

¿Acaso es más barato despedir a una “persona tóxica” que erradicar un comportamiento tóxico?

¿Por qué cuesta tanto con las personas poder reconocer sus comportamientos tóxicos y también los que no lo son?

La Comunicación No Violenta ayuda comunicarnos desde la conexión entre personas, distinguiendo claramente entre lo que las personas son o no son y lo que hacen o dejan de hacer.
No sabría decir si en el futuro se seguirá hablando de “personas tóxicas” o no, lo único que tengo claro en este momento es que me están entrando unas ganas tremendas de comerme una manzana.