¿Divertirse en el trabajo?

¿Divertirse en el trabajo?

Existe un dogma muy extendido que proclama que el trabajo debe ser algo serio, solemne, duro e incluso desagradable.

¿Reírse en el trabajo? ¡Pero usted qué se ha creído!
Eso deberá hacerlo en sus ratos libres, mi querido e ingenuo amigo. Aquí hay que demostrar que somos gente profesional, de paredes grises, procesos cuadriculados y sonrisas escasas.

Como decía Henry Ford, padre fundador de la era industrial,

Sólo cuando el trabajo haya terminado puede llegar el juego. Nunca antes.

Y más aún si nos referimos al mundo médico, donde tratamos con temas tan serios como la salud, la enfermedad, el dolor, la vida y la muerte.

Sin embargo, esta visión tan dramática del trabajo tiene claras desventajas, como el hecho de que fomenta emociones negativas como el estrés, que no sólo pasan factura a la salud (irónicamente, en un campo como el médico), sino que inhiben la creatividad y la toma de decisiones, degradan las relaciones sociales y en definitiva perjudican el propio trabajo.

Por el contrario, sabemos por experiencia que una broma bien afinada puede derretir el hielo en una reunión tensa con un paciente, comunicar una crítica sin herir sensibilidades, o desdramatizar problemas de todo tipo. No es ninguna tontería. Y estas intuiciones se han confirmado en diversos experimentos de laboratorio, en los que un vídeo cómico, un chiste o un juego ha sido capaz, en pocos minutos, de producir efectos sorprendentes: reducción del estrés y de las emociones negativas, aumento de la atracción interpersonal, mayor flexibilidad mental y creatividad…

Empresas divertidas

En los últimos veinte años, numerosas empresas han demostrado con los hechos que es posible combinar el humor con el trabajo.

La línea aérea norteamericana Southwest Airlines, por ejemplo, es célebre por su estrepitosa falta de solemnidad, evidente en sus hilarantes anuncios publicitarios, en sus vídeos de formación interna (en uno aparece el CEO participando en un “rap” sobre la empresa) y en sus legendarias fiestas de “navidad” (que tan pronto se celebran en mayo como en octubre). Durante los vuelos, las azafatas y los pilotos cuentan chistes y bromean con los pasajeros a lo largo del vuelo, relajando los nervios que habitualmente acompañan a los despegues y aterrizajes. Un ejemplo, tomado de las habitualmente soporíferas instrucciones de emergencia:

Este es un vuelo de no fumadores. Si pillamos a alguien fumando, le invitaremos a salir sobre el ala, donde podrán contemplar nuestra película de abordo, Lo que el viento se llevó.

Lo curioso es que, con chascarrillos como estos, los pasajeros realmente prestan atención a las instrucciones de emergencia –un objetivo bien serio, al fin y al cabo. El tono informal y jocoso del trabajo en Southwest no está en absoluto reñido con la “seriedad” en el buen sentido: esta empresa ha mantenido el primer puesto en puntualidad, gestión del equipaje y satisfacción del cliente durante años, convirtiéndose en un gigante de las líneas aéreas y en una de las 10 empresas más admiradas de EEUU en cualquier sector, según la revista Fortune. Y lo mejor es que tiene aviones pintados a modo de ballena

Clowns en los hospitales

El ámbito de la medicina es uno de los entornos profesionales donde ha calado este mensaje con mayor fuerza. El alto nivel de estrés de los profesionales y también de los pacientes y familiares que acuden a hospitales, clínicas y centros médicos significa que, por un lado, el humor tiende a escasear, pero por otro, que hace más falta que nunca.

Es por ello que han surgido en los últimos años experiencias como las asociaciones de payasos de hospital y otras iniciativas como el uso de “carritos de la comedia”, que llevan libros, tebeos, juegos, videos, etc a la habitación de cada paciente. Incluso existe en Estados Unidos la American Association for Therapeutic Humor.

En España, Begoña Carbelo, que fue directora de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Alcalá de Henares, ha difundido experiencias de este tipo con publicaciones como su libro El humor en la relación con el paciente, publicada por la editorial médica Masson.

También entre los propios profesionales, el uso del humor comienza a tomarse cada vez más en serio. Y no es para menos. En una investigación del año 2015, se comparó el resultado de dos tipos de música que sonaban durante las colonoscopias que realizaban una serie de técnicos especialistas. En un grupo, los especialistas escogían su propia música (una playlist de música pop). En otro, se reproducía la banda sonora de La Guerra de la Galaxias. Sorprendentemente, quienes escucharon la banda sonora de Starwars realizaron colonoscopias de mayor calidad: en otras palabras, detectaron más pólipos y adenomas. Este resultado indica que introducirse mentalmente en un mundo lúdico de fantasía, “transformar” la realidad objetiva, tuvo un efecto beneficioso sobre una actividad tan crítica como ésta —un efecto que pudo haber tenido consecuencias de vida o muerte.

Bromear sí, pero con cuidado

Evidentemente, el uso del humor en un entorno médico ha de realizarse con sensibilidad hacia la situacion, los pacientes y los familiares presentes. Pero quizás estos últimos también necesitan conocer la importancia del humor para distender el estrés en entornos como éste. En el libro de Begoña Carbelo, se recoge el contenido de un cartel que colocaron unas enfermeras en un departamento de urgencias, que refleja tanto la importancia del humor para estas profesionales como los malentendidos potenciales al emplear el humor en este tipo de entornos:

En el hospital también nos divertimos

Desarrollar el sentido del humor

Desarrollar el sentido del humor

“La vida es demasiado importante como para tomársela en serio”

Oscar Wilde

Es difícil encontrar a alguien que no reconozca que el sentido del humor es algo muy valioso: un antídoto al estrés, un regalo para los demás, un estímulo para la creatividad y un sinfín de etcéteras. Pero muchas personas ponen reparos a la hora de aplicarlo, y uno de los más comunes es creer que “no tengo sentido del humor”. O sea, que flojean en capacidades como apreciar el humor que nos rodea, de usar el ingenio para jugar y bromear y de compartir la diversión con los demás. Hay mucha gente que se cree deficiente en este tipo de habilidades, como si el humor fuera un don especial que sólo algunas personas afortunadas, probablemente muy pocas, poseen.

Esta creencia está muy extendida, y a veces me pregunto si no se estará propagando entre la población como una especie de virus de la solemnidad. Quizás uno de los motivos es que vivimos en una sociedad en la que el ocio es una “actividad” cada vez menos activa y más pasiva. Hace sólo tres generaciones, antes de la televisión o incluso la radio, la mayoría de los entretenimientos eran participativos. Para divertirse la gente se reunía alrededor de una plaza, de una mesa o de un fuego y contaban cuentos, recitaban chistes, cantaban canciones y practicaban el antiguo arte de la conversación.

Evidentemente todo esto aun existe, pero se observan cada día nuevas pruebas de su degradación, como sucede con el medio ambiente natural y la progresiva desaparición de las especies. Nos hemos acostumbrado a que nos entretengan con películas, programas de televisión, videojuegos y todo tipo de saraos en los que sólo hacemos de público sentadito y formal. Como mucho, aplaudimos. Y así, de la misma manera que estamos perdiendo la capacidad de sumar dos y dos, porque los cálculos nos los hace la calculadora, estamos perdiendo también el sentido del humor porque la comedia nos la sirven en bandeja los cómicos profesionales.

El terror a los chistes

Contar chistesEn mis talleres sobre el  humor, cuando pregunto “¿a cuántas personas se les da fatal contar un chiste?”, aproximadamente un 95% levanta la mano. ¿Significa esto que sólo el 5% de la población posee sentido del humor? En absoluto. Primero, porque los chistes son sólo un tipo de humor muy particular, y todos conocemos a personas muy divertidas que no cuentan chistes nunca. Pero además resulta que la mayoría de las personas que afirman tajantemente no poder contar chistes (añadiendo habitualmente la coletilla de que “en cuanto me los cuentan, se me olvidan”) con muy poco entrenamiento demuestran ser en realidad bastante competentes.

Lo que sucede normalmente es que cuando intentamos contar un chiste, que quizás hemos oído hace ya algún tiempo, tratamos de reproducirlo sin haberlo ensayado ni una sola vez. El secreto de los chistes es que requieren práctica, porque deben exponerse en un tiempo breve y medido y siguiendo una estructura lingüística muy concreta. Si alguien se aventura a contar un chiste sin la suficiente preparación previa, lo más normal es que se estrelle bochornosamente, reforzando su idea de que es “incapaz” de contar chistes. Pero si lo practica cinco o diez veces, de tal manera que es capaz de recitarlo con absoluta naturalidad, es posible que consiga hacer estallar de risa a quienes lo escuchan. Y lo mismo puede decirse del humor en general: no es tanto que tengamos o no tengamos, sino que lo usamos más o menos.

 

El humor: Patrimonio de la humanidadMujer sonriente

No hay nadie que carezca totalmente de sentido del humor. La prueba es que todos hemos sido alguna vez niños o niñas, y sabemos que cuando lo fuimos, bastaba con cuatro sillas y una sábana para montar un circo de tres pistas, asaltar un castillo embrujado, o surcar los siete mares a bordo de un barco pirata. Todo el mundo sabe divertirse, jugar y disfrutar con lo que Chaplin llamaba “el juguete más maravilloso”: la mente humana. Esa capacidad lúdica es lo único que nos hace falta para emplear el humor, y es algo que todos heredamos en nuestro código genético.

Pero evidentemente, una cosa es el patrimonio biológico que heredamos y otro lo que hacemos con él. El humor es como un músculo que podemos ejercitar y desarrollar para tenerlo siempre a punto y listo para trabajar, o que podemos olvidar y dejar que se atrofie. ¿Practicas el juego diariamente? ¿Buscas oportunidades para divertirte? ¿Te reúnes con amistades que te permiten “hacer el tonto”, bromear y “tomarse el pelo” mutuamente? ¿Te comunicas con los niños pequeños y los animales? ¿Cuentas cuentos? ¿Haces teatro? ¿Dibujas garabatos? ¿Dices tonterías? ¿Bailas? ¿Cantas?

Y hablando de cantar…

Te sugiero un ejercicio para poner tu sentido del humor a prueba. Escoge una canción que te guste y un asunto que te esté rondando en estos momentos por la cabeza (si es algo que te preocupa o te moleste, mejor). Ahora trata de ir cambiando la letra de la canción para reflejar el tema que has elegido. El truco es tratar de que suene lo más parecido posible al original. Y no te preocupes que no sea perfecto, ni te salga nada a la primera: experimenta, prueba, y saca a relucir hasta tus peores ideas (a menudo las más divertidas).

Nariz de clownYo me inventé una hace algunos años, durante un tráfico espantoso un sábado de mucho calor (en un coche sin aire acondicionado). Hay que imaginársela con la música de la canción de Ketama “No estamos lokos”: “Si no estamos locos / Muy pronto lo estaremos / Esta autovía / Es como un aparcamiento / Pero que nunca termina / Menudo aburrimiento / ¡Y sudaré! / ¡Ay sí yo su-da-ré!”. Según te vaya saliendo y lo vayas cantando, te garantizo que te vas a reír y vas a comprobar que también tú tienes sentido del humor. A mí esa hora de tráfico se le pasó volando. Y si no te sale, puedes recurrir al plan B: sacar la nariz de payaso de la guantera.

Verdades y mitos sobre el humor y la salud

Verdades y mitos sobre el humor y la salud

Siempre se ha dicho, y parece de sentido común, que “la risa es sana”. El médico Thomas Sydenham afirmaba en el siglo XVII que “La llegada de un buen payaso ejerce una influencia más beneficiosa sobre una ciudad que la de veinte burros cargados con medicinas”. Existe un auténtico ejército de risoterapeutas que aseguran, como Patch Adams, que “la risa es un antídoto para todos los males”. Se han publicado cientos de libros y artículos sobre el poder curativo del humor, un tema que evidentemente resulta atractivo en los medios de comunicación.

En las últimas décadas, la ciencia médica ha puesto estas intuiciones a prueba, comprobando que efectivamente contienen un núcleo de verdad. Pero en esto también hay bastante “fake news”.

 

Efectos curativos

No está demostrado aún que la risa haya curado ninguna enfermedad. Las únicas «pruebas» que existen en este sentido son puramente anecdóticas, pero algunas han adquirido el estatus de leyenda, como en el caso de Norman Cousins. A este periodista le diagnosticaron una enfermedad de los huesos llamada espondilitis anquilosante, que provoca una dolorosa inflamación y la progresiva rigidez de la columna vertebral.

Insatisfecho con la incapacidad de los médicos para buscarle una solución a su problema, se mudó del hospital a un cómodo hotel y se recetó una dieta de comida natural, vitamina C y videos de películas de los Hermanos Marx. Cousins descubrió que 10 minutos de risa le proporcionaban hasta dos horas de sueño sin dolor. Y, al parecer, con el tiempo se curó de esta enfermedad supuestamente «incurable».

¿Tuvo algo que ver la risa en esta curación? Es posible, pero también puede ser que el factor crítico no fueran las películas de los Hermanos Marx, sino la vitamina C, algún aspecto de su alimentación, el efecto placebo, la decoración de su suite, la composición química de las tuberías de su ducha, las devotas oraciones de su panadero, los duendes mágicos que habitaban en un bosque cercano…

En definitiva, no sabemos por qué el hombre se curó, ni se ha demostrado empíricamente que la risa frene o disminuya el progreso de la espondilitis anquilosante. Hay quienes dudan, de hecho, de que Norman Cousins realmente tuviera esta enfermedad, y suponen que probablemente sus médicos se equivocaran en la diagnosis.

 

Longevidad y salud en general

Sabemos que la gente más optimista es más longeva. Y también la gente que experimenta más emociones positivas. Sin embargo, en el caso del sentido del humor, la cosa no está tan clara. En el mayor estudio realizado hasta la fecha, sus 65.000 participantes rellenaron una medida del sentido del humor y un cuestionario exhaustivo sobre indicadores de salud, pero no se encontró ninguna correlación positiva (excepto en el caso de la satisfacción con la salud). Un estudio posterior del mismo investigador sí encontró una relación significativa entre sentido del humor y mayor longevidad, pero solo hasta los 65 años.

Sin embargo, existen varios otros estudios (uno de ellos el estudio longitudinal más largo hasta la fecha) que, sorprendentemente, han encontrado una relación negativa entre el humor y la salud: ¡las personas que puntuaron más alto en una escala de humor presentaban un cuadro médico peor! Al parecer, esto se debía a una asociación entre el sentido del humor y un estilo de vida más despreocupado que incurría en hábitos poco sanos: fumar, beber, comer en exceso, practicar sexo sin tomar precauciones, etc. O sea, que quizás la gente con un alto sentido del humor tienda a ser gente disfrutona, digámoslo así, y menos prudente que la media.

Humor y longevidad

Esta combinación queda perfectamente plasmada en la figura del humorista y vividor norteamericano P.J. O’Rourke, quien traiciona su salud (física, psicológica e incluso moral) con frases como ésta:

Nómbrame, si puedes una sensación mejor que la que obtienes cuando tienes media botella de Chivas en el saco, te has metido un gramo de coca por la nariz, y la belleza del asiento de al lado se quita el top mientras que sobrepasas los 160 kilómetros por hora en una calle residencial.

Evidentemente, no todos los «sentidos del humor» valen a la hora de reforzar la salud. Si nos tomamos el cuidado del cuerpo a la ligera o incluso vivimos la vida misma como un juego hedonista y desenfrenado, es probable que cualquier beneficio que obtengamos por reír más se vea contrarrestado por nuestros hábitos nocivos. Por otro lado, ¿es más importante vivir más años o disfrutar más de la vida? He ahí una gran cuestión existencial.

 

Reducción del estrés

Lo que sí está demostrado ampliamente es que el humor puede considerarse un auténtico antídoto al estrés —incluso algo más potente que el ejercicio físico vigoroso según algunos estudios. Por lo tanto podemos hablar de un efecto positivo indirecto del humor sobre la salud.

El estrés inhibe el sistema inmunológico, un mecanismo de defensa que nos protege de todo tipo de amenazas, y además causa el desgaste progresivo del sistema circulatorio. Por estos dos motivos, no es de extrañar que se asocie a todo tipo de condiciones médicas: resfriados, dolores de espalda, diabetes, apendicitis, infecciones respiratorias, artritis, herpes, problemas de corazón y ciertos tipos de cáncer.

Mediante el control del estrés, un buen sentido del humor debería en principio prevenir ciertas enfermedades, favorecer la recuperación y contribuir, en definitiva, a una mejor salud. Quizás en el futuro logremos pruebas más directas de esta posible relación.

 

Beneficios fisiológicos específicos

Numerosos estudios han tratado de comprobar si el humor produce cambios fisiológicos saludables, más allá de la reducción del estrés. Algunos ejemplos: estimulación del sistema inmunitario, reducida sensibilidad a las alergias, menor presión sanguínea y otros beneficios para el sistema cardiovascular.

Sin embargo, a pesar del bombo que los medios de comunicación han dado a algunos de estos estudios, que supuestamente prueban que «la risa es sana», en realidad los resultados empíricos en este campo son a menudo contradictorios, confusos o cuestionables.

Por ejemplo, mientras que un estudio ampliamente citado encontró aumentos en la ratio de células T auxiliares-supresoras y actividad de células NK (Natural Killer, destructoras naturales) con la exposición a comedia, otro estudio similar (¡pero menos citado!) no replicó el hallazgo del ratio de células T y encontró una disminución de la actividad de células NK.

Parte del problema es que hasta fecha no ha habido mucha financiación para este tipo de estudios (que suelen ser bastante caros), y los investigadores pioneros se han tenido que contentar con diseños muy deficientes a nivel metodológico: pocos participantes, grupos de control inadecuados y otros problemas.

 

Efecto Analgésico

Otro beneficio terapéutico muy concreto del humor es su capacidad para elevar la tolerancia al dolor físico, probablemente por la liberación de endorfinas. En este caso, la observación de Norman Cousins de que la risa tiene un efecto analgésico se ha confirmado una y otra vez. Las personas que escuchan un audio cómico antes de sufrir un dolor son capaces de soportarlo durante más tiempo que aquellas que escuchan otros tipos de materiales.

Homor y salud

Estos estudios indican que el efecto analgésico tarda algunos minutos en aparecer y que puede durar hasta 30 minutos después de haber finalizado el estímulo humorístico. Se trata de un efecto de intensidad leve, ya que en un estudio de campo en un entorno hospitalario se observó que el visionado de películas cómicas reducía las peticiones de analgésicos leves (de tipo aspirina) pero no las peticiones de otros productos más fuertes. También se ha establecido que el efecto no depende de cuánta risa se expresa, sino más bien del sentimiento subjetivo de hilaridad –de hecho, si se intenta exagerar la risa intencionadamente, la tolerancia al dolor disminuye en vez de aumentar.

Curiosamente, el efecto analgésico no se limita sólo al humor y otras emociones positivas, sino que se ha observado también en el caso de emociones negativas. En un experimento, los participantes que visionaron películas trágicas, del horror o desagradables soportaron el dolor al mismo nivel que aquellos que visionaron películas cómicas. Quizás sea un efecto común a cualquier emoción fuerte. En cualquier caso, y teniendo en cuenta los otros efectos positivos del humor, parece más prudente recetar a un enfermo una comedia de Toni Leblanc y Concha Velasco que una película de zombis antropófagos.

 

Efectos psicológicos

Como hemos visto, los efectos más claros del humor sobre la salud tienen que ver más con la mente que con el cuerpo: la reducción del estrés y la tolerancia al dolor. Y no son los únicos. Diversos estudios han comprobado que el humor funciona como un antídoto, en general, a las emociones y estados negativos, mientras que promueve el bienestar y el optimismo, al menos en el corto plazo.

La risa es una de las experiencias más placenteras de la vida. El doctor Allen Reiss y su equipo de investigadores de la Universidad de Stanford han comprobado que el disfrute del humor estimula los centros de recompensa mesolímbicos y libera la dopamina, una droga natural que nos obsequia con placer al obtener un bien preciado o deseado. El sistema dopaminérgico se activa, por ejemplo, cuando una persona obtiene una ganancia inesperada de dinero o cuando observa un rostro atractivo. Por lo tanto, puede ayudarnos a “endulzar” momentos difíciles, tanto propios como ajenos.

Numerosos psicólogos han considerado el humor como un valioso mecanismo de defensa ante los embistes de la vida. Para Sigmund Freud, por ejemplo, el mensaje del humor es el siguiente:

¡Mira! ¡Aquí tienes el mundo que parece tan peligroso! ¡No es más que un juego de niños, algo sobre el cual podemos bromear!

Un ejemplo muy claro de ello sucedió durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial en Londres, muchas tiendas colgaban en sus escaparates carteles que decían “Open as Usual” (Abiertos como de costumbre). Cuando una bomba destruyó un edificio comercial, una tienda quedó totalmente destrozada. Sólo quedaba en pie una pared del negocio. Y fue justamente ahí donde el dueño colgó un cartel con el mensaje: “More Open Than Usual” (¡Más abierto de lo habitual!).

En las últimas décadas, se han acumulado numerosas evidencias de que un buen sentido del humor efectivamente nos permite ser más resilientes y gozar de mayor bienestar psicológico a largo plazo. Sin embargo, hay que diferenciar en este caso entre estilos de humor positivos y negativos, una innovación del investigador canadiense Rod Martin. El humor agresivo, por ejemplo, no está asociado con efectos beneficiosos, sino más bien con un mayor neuroticismo y peores relaciones interpersonales.

Pero un sentido del humor que busca contagiar la risa y el buen humor por doquier, y a enfrentarse a la vida con una perspectiva cómica, sin duda es un elemento importante del verdadero bienestar y la salud plena. No es que vaya a curarte de nada, pero puede ayudar a cualquier paciente a ser mucho más “paciente”, y a disfrutar más de camino a la recuperación.