¿Existen las personas tóxicas?

¿Existen las personas tóxicas?

¿Existen realmente las personas tóxicas?

El hecho es que, existan o no, están en la conversación en el mundo de la empresa.  La expresión “personas tóxicas” puede considerarse como una evolución de otra más clásica: las famosas “manzanas podridas”.

Las personas etiquetadas como “personas tóxicas” o como “manzanas podridas” parecen compartir un mismo concepto esencial: el de persona potencialmente peligrosa para las relaciones en la empresa debido al efecto contagio de su comportamiento. De hecho, es probable que hayas escuchado en más de una ocasión la frase: “Una manzana podrida es capaz de pudrir a toda la cesta”. O bien la de: “Aléjate de las personas tóxicas, te comen toda la energía”.

También es más que posible que ahora mismo vengan a tu cabeza personas de tu entorno laboral, bien sean del presente o de un pasado más o menos lejano, cuyo perfil te encaja a priori en esta calificación de “persona tóxica” o “manzana podrida”. ¿Es así?

Es más, puede ser también que en este preciso instante tú mismo hayas aparecido en la cabeza de alguien al realizar esta reflexión…

–       Qué dices… ¿Yo una persona tóxica?

–       Puede ser…

–       Pero… si yo soy muy normal.

–       ¿Te has constipado alguna vez?

–       Sí, claro.

–       Pues ahí lo tienes. Puedes ser una persona tóxica.

–       ¿¡Eh!?

Si piensas que este diálogo no tiene ningún sentido, continúa leyendo un poco más y verás a lo que me refiero. Cuando una manzana de verdad, la fruta, está podrida lo solemos expresar de esta manera: “Está podrida”, utilizando el verbo estar. Sin embargo, cuando lo aplicamos sobre personas decimos: “Es una manzana podrida”, utilizando el verbo ser. Este matiz, lejos de ser algo anecdótico, tiene unas implicaciones muy importantes. El verbo ser da un carácter de estado permanente que el verbo estar no da.

¿Personas tóxicas o comportamientos tóxicos?

No es lo mismo decir que una persona es una enferma que decir que una persona está enferma. De la misma manera, no es lo mismo decir que una persona es tóxica o que está tóxica.

¿Por qué? Porque ser una persona tóxica es algo permanente, mientras que si la persona está tóxica. el foco comienza a ponerse más en los comportamientos que realiza y menos en su cualidad como persona. Todos hemos estado enfermos en algún momento, ¿no?.

¿Nos convierte eso en “tóxicos” o “podridos”?

Todo es cuestión de dónde se pone el foco, en el juicio a la persona o en los comportamientos. Mi intención no es la de defender ni justificar los comportamientos que se pueden considerar tóxicos, sino la de señalar directamente los comportamientos y no tanto a las personas que los realizan.

personas tóxicas

En el caso de las frutas parece que lo tenemos más claro: están podridas. Es un estado temporal. Y además, que no afecta a todo el contenedor. No sé tú, pero yo he llegado a utilizar el cuchillo con precisión de cirujano para poder salvar la mayor cantidad de manzana posible. Porque entiendo que, en todo caso, el problema está en el gusano, y no en la totalidad de la manzana.

¿Por qué cuando hablamos de “personas tóxicas” o de “manzanas podridas” afectamos a la persona, es decir, a todo el contenedor?

¿Por qué no ponemos el foco únicamente en el comportamiento?

¿Por qué no se habla de “comportamientos tóxicos” o “comportamientos podridos”?

¿Por qué se opta a menudo por tirar la manzana entera a la basura?

¿Acaso es más barato despedir a una “persona tóxica” que erradicar un comportamiento tóxico?

¿Por qué cuesta tanto con las personas poder reconocer sus comportamientos tóxicos y también los que no lo son?

La Comunicación No Violenta ayuda comunicarnos desde la conexión entre personas, distinguiendo claramente entre lo que las personas son o no son y lo que hacen o dejan de hacer.
No sabría decir si en el futuro se seguirá hablando de “personas tóxicas” o no, lo único que tengo claro en este momento es que me están entrando unas ganas tremendas de comerme una manzana.

 

 

Capitanes optimistas 2021… capitanes del humor, la perseverancia y la poesía

Capitanes optimistas 2021… capitanes del humor, la perseverancia y la poesía

Los últimos 15 días de noviembre han estado llenos de emoción para los candidatos al premio especial “Capitán Optimista – Dr. Antonio Cepillo” de 2021.

A medida que pasaban los días, los compañeros de los capitanes y capitanas ponían todos sus esfuerzos en conseguir votos para su candidatura.

Este año hemos tenido 13 capitanes y capitanas que han generado miles de “likes” en Facebook y con ellos cientos de comentarios que alababan su buen hacer y personalidad única que los convierten en capitanes del optimismo en su hospital.

Enfermeras, administrativas de atención al cliente, médicos, auxiliares, fisioterapeutas, jefes de servicio, residentes… Profesionales que marcan la diferencia con ese trato especial que ofrecen a los pacientes y con la amabilidad y buen humor que les caracterizan con sus compañeros.

Tres de ellos han llegado hasta el podio de los capitanes optimistas. Vamos a conocerlos mejor…

Jose María Segura Aumente

Jose María, o Pepe, como le conocen sus compañeros de la Unidad de Gestión Clínica de Cardiología del Hospital Universitario Ciudad de Jaén es el residente favorito de sus compañeros por la alegría que derrocha por donde pasa.

Por eso Ana María Talens, Supervisora de Enfermería, no dudó en enviar su candidatura.   José María Segura Aumente

Su carácter simpático, sencillo y humilde hacían de él un capitán optimista tras la estela del enfermero Francisco José Serrano, también sanitario en el Hospital Universitario Ciudad de Jaén, que quedó en segundo lugar en la pasada edición.

Su complicidad con los pacientes siempre consigue sacarles una sonrisa a pesar de estar viviendo situaciones adversas.

Por todo ello no es sorprendente que José María haya logrado hacerse con el 3er puesto de Capitán Optimista en la edición de este año a pesar del poco tiempo que lleva en el servicio.

Jose María González Hermosa

En el 2º puesto por el número de votos logrados tenemos a otro José María: Jose María González Hermosa es enfermero de quirófano en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid.

Para hacernos una idea de qué mueve a José María, valgan dos ejemplos de la humanidad que derrocha con pacientes y compañeros:

Durante la pandemia, sus compañeras de pediatría le contaron que un niño que llevaba dos meses ingresado en tratamiento era un seguidor fanático de Batman. Esas compañeras, queriendo dar una sorpresa al pequeño consiguieron un traje, sin embargo, les faltaba el “actor” que se pusiera en la piel del superhéroe… No fue complicado elegir un voluntario: rápidamente pensaron en José María, que no dudó ni un momento.José María González Hermosa

En sus propias palabras:

Ver la ilusión en la cara de los niños no tiene nada comparable, y el agradecimiento de sus padres por lo que a ti te parece un pequeño gesto y para ellos significa un mundo, es brutal.

Además, el pasado mes de octubre, José María, que es corredor aficionado, decidió correr la maratón de París para recaudar fondos para la Fundación Aladina.

En unos días la noticia corrió como la pólvora por todo el hospital, periódicos, radio, televisión… La gente se volcó con la idea igual que se han volcado después con su candidatura de Capitán Optimista.

Completar los 42 km de la maratón nunca fue tan fácil.

Isabel Orta Peral

Beli, como la conocen sus compañeros del Hospital de Valme en Sevilla, es enfermera de medicina preventiva.

Cuando Rocío del Pilar Cordero, Supervisora de Enfermería en la Unidad de Pediatría de este hospital, conoció a Beli no le costó ver en ella a la Capitana Optimista que ha demostrado ser.

La fuerza de Beli reside en su sensibilidad que le ayuda a captar los sentimientos de los demás demostrando una empatía fuera de serie.

Pero si hay algo que caracteriza a Beli es la resiliencia, esa capacidad de sobreponerse que hizo que comenzara un proyecto ilusionante dentro de tanto caos.

Durante los peores meses de la pandemia creó un grupo de difusión en whastspp y todas las mañanas sobre las 7:30 mandaba una poesía recitada por ella. Esa lista cada vez se hacía más grande y llegó a alcanzar a más de 200 compañeros del hospital que se evadían durante un rato escuchándola a ella.

Isabel Orta

Su iniciativa se prolongó durante más de un año, mandando poesía todos los días, incluso en festivo.
Este verano, el día de su cumpleaños dejó de hacerlo; necesitaba un descanso, pero por aclamación del público ese parón duró poco y a día de hoy sigue mandando sus poesías.

Pero, además, Beli es la enfermera Cuentacuentos del Hospital de Valme.

Este proyecto surgió por esa inquietud de Beli de ayudar a los demás: especialmente a los niños y niñas que están hospitalizados.

Ella quería hacer más feliz el día a día de los pacientes más pequeñitos que además durante el periodo de pandemia tenían la escuela de la planta cerrada, restricciones de visitas y se aburrían bastante.

Es así cómo empezó a contar cuentos de forma esporádica con su nariz de payaso encima de la mascarilla y su sombrero de trovador. Los niños y niñas estaban maravillados, no podían creer que hubiera cuentacuentos en el hospital y que se los contara en su habitación.

Este proyecto fue tomando forma y se hizo con un pijama personalizado que su amiga Inma diseñó especialmente para ella y unas tarjetas con los cuentos que tiene en su repertorio para que los niños elijan el que más le guste.
Su idea es “ser una máquina expendedora de cuentos “.
También tiene unos panfletos con una caricatura suya para que los niños lo coloreen cuando ella se marcha.

Esta actividad hace tan felices los niños que se transfiere a los familiares, compañeros y a ella misma.

 

 

 

Autocuidado: Permitirse no es perderse

Autocuidado: Permitirse no es perderse

Esta semana hemos disfrutado de una conversación de optimistas en la que nuestros conversadores han charlado sobre un tema de especial interés para los sanitarios: el autocuidado.

Todos sabemos que la labor de los sanitarios está marcada por un objetivo claro: cuidar de sus pacientes. Estar ahí para lograr su recuperación, hacerles la enfermedad o la convalecencia más llevadera.
Médicos, enfermeras, auxiliares, fisioterapeutas… la mayor parte de su jornada está dedicada a cuidar de los demás.

Pero ¿quién cuida de quienes nos cuidan?

 

El autocuidado

En los últimos años se ha querido poner el foco en la necesidad de volcar esfuerzos en el cuidado de los sanitarios en cuyas manos ponemos nuestra salud. Dentro de las posibilidades de cuidado que existen, hoy queremos fijarnos en el autocuidado. En observar esa brújula interior que todos tenemos dentro y que, si nos detenemos a escuchar, puede darnos una información muy valiosa que nos ayuda a atender nuestras necesidades, lo que nos permitirá acercarnos a las de las personas con las que nos relacionamos.

Para hablar de autocuidado hemos recurrido a Alba Nogareda, la profesora del módulo Mirarse para poder ver. Autocuidado y gestión emocional. del campus FHO.
Alba es psicóloga y socióloga, y formadora en autoconocimiento a través de la reflexión.

Además de Alba. nos acompañó una de las alumnas de este módulo: Mª Ángeles de Pedro, enfermera de cuidados intensivos en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid.

Las emociones son mensajeras

Alba comenzó contándonos qué quiere decir eso de que las emociones son mensajeras, que apunta en el módulo: significa que nos traen información.
Una información que puede ser agradable o desagradable: pueden ser cómodas e incómodas de sentir… por eso, a veces nos cuesta hacerles caso. Pero en todo caso nos traen una información valiosísima.

Y debemos escucharlas.

Debemos tener en cuenta que esas emociones no son nosotros mismos, sino algo externo que podemos observar y respecto a lo que podemos reaccionar… en nuestra mano está mirarlas con perspectiva. Pero es importante saber que no se van a ir solas, sino que debemos enfrentarnos a ellas, escucharlas y atenderlas. También a las emociones desagradables, que en principio preferiríamos ignorar y darles la espalda. Debemos preguntarnos por qué ha venido a nosotros esa emoción y cómo nos relacionamos con los otros cuando sentimos eso. Relacionándonos con ella de tú a tú; impidiendo que nos paralice y nos deje sin margen de maniobra.

 

La difícil tarea de encontrar el equilibrio emocional en el hospital

Mª Ángeles nos contó que en ocasiones en el hospital es difícil encontrar un equilibrio en las emociones, porque las negativas (el miedo, la ira, la tristeza…) añaden demasiado peso en esa balanza, como ha ocurrido en los peores momentos de la pandemia de covid.

Si bien en algunos servicios vivir una situación así ha tenido como efecto un refuerzo del sentido de equipo y les ha unido, Mª Ángeles nos comentaba que en su unidad les ha costado remontar porque la avalancha de emociones negativas ha sido difícil de gestionar.

Desde el punto de vista de Alberto la pandemia ha hecho que muchos profesionales sanitarios hayan descuidado esa atención hacia sus propias emociones, porque la sobrecarga diaria no dejaba espacio para ellas. El autocuidado pasaba a segundo plano ante la urgencia de cuidar a los demás.

 

Recursos adaptativos

Florent pidió a Alba recursos adaptativos para poder avanzar ante situaciones difíciles como la vivida en los últimos meses. Alba nos dijo que los sanitarios deben ser conscientes de haberlo hecho lo mejor que han podido y a partir de ahí, a pesar del desgaste, pasar a una fase de apertura identificando en qué momento del duelo estamos:

¿Sigo enfadado y no me lo permito?

¿Tengo ganas de llorar, pero me cuesta abrir eso que he encapsulado porque es muy doloroso?

¿He superado esas etapas y ahora necesito avanzar?…

cada uno debe observar dónde se encuentra respecto a sus emociones y actuar en consecuencia. Salir de la polaridad del “estoy bien” o “estoy mal”: podemos estar agotados, pero tener una ilusión desbordante por salir adelante; o estar enfadados por una nueva medida con la que no estamos de acuerdo, pero tomar las riendas de la situación colaborando con los compañeros para que las cosas salgan lo mejor posible.

 

No desligar el profesional sanitario del ser humano

Alberto compartió su sentimiento de que en ocasiones se condiciona a los sanitarios a pensar que las emociones no les permitían desarrollar su trabajo, sin tener en cuenta que ese escudo emocional les impide conectar humanamente con los pacientes.

Mª Ángeles rememoraba los aplausos de los sanitarios de la UCI cuando un paciente dejaba atrás la unidad. No podían evitar emocionarse y celebrar como una victoria la satisfacción de ver a un paciente recuperado.

Florent destacaba la importancia de progresar y formarse en conocimientos técnicos, pero no dejar a un lado el aprendizaje de aquellas herramientas que nos ayudan a ser más humanos, a conectar y empatizar con el paciente. Mª Ángeles confirmó que en su entorno cada vez son más los profesionales que demandan este tipo de formaciones que les permiten hacer frente a su trabajo en el hospital de un modo más humano. Es un aspecto que no debemos descuidar.

 

Autocuidado

 

 

Hay que cuidar la salud mental y emocional

También se habló en esta conversación de la importancia que tradicionalmente otorgamos a la salud física dejando de lado la salud mental y emocional que es igual de importante y debemos prestarle la debida atención.

Mª Ángeles compartió con nosotros cómo surgió en su unidad a partir del Plan Persona (proyecto de la Consejería de Sanidad de Castilla y León cuyo objetivo es avanzar en la humanización de la atención sanitaria) la idea de la propia Mª Ángeles (tras hablarlo con su supervisora y su jefa de servicio) de habilitar una caja en la que incorporar ideas ilusionantes y que fuera un punto de encuentro de las personas que se quieren sumar a nuevos proyectos, talleres, etc.

Alba alabó ese tipo de acciones que posibilitan un contagio emocional positivo colectivo que hace partícipes a los miembros del grupo de una energía positiva individual. Y nos dejó una frase:

Compartidas, la alegría se multiplica y la tristeza se divide

 

 

 

 

 

 

 

Cuidarnos nos conecta

Cuidarnos nos conecta

AUTOCUIDADO

El autoconocimiento, el autoamor, el autocuidado y, en general, aquello relacionado con mirar hacia dentro, puede dar la impresión de dejar fuera a los demás, de no cuidarles o de no estar para ellos.

Priorizarnos no quiere decir elegirnos siempre, pero sí tenernos en cuenta en esa elección

Considero que responsabilizarnos de lo que sentimos, deseamos o necesitamos y atenderlo o pedir ayuda para hacerlo nos beneficia y, por lo tanto, también tiene efectos en las personas con las que nos relacionamos. Al contrario de lo pueda parecer, entrenar esta mirada nos facilita el poder empatizar con quien en algún momento no puede hacerse cargo de su dolor o dificultades.

De esta manera, libres de nuestro peso, tendremos las manos disponibles para sostener el de otras personas. Si no, sin liberar carga, el peso se posa y con el tiempo será insostenible.

Por lo tanto, el autocuidado no nos aísla, nos conecta al resto de personas. En muchas ocasiones, nuestras necesidades emocionales son muy similares y, estando alineados con las propias, afinamos esa mirada compasiva, que puede ser una caricia para alguien que está en una situación dolorosa.

Si lo mío está sin mirar, mi campo de batalla será  la reivindicación, la exigencia, el victimismo, el cansancio extenuante, la autosuficiencia forzada  o cualquier otra forma que pueda manejar.  No es bueno o malo, es lo que podemos hacer para tratar de sentirnos mejor.  El problema es que desde aquí, no puedo ver pero necesito que me vean. Del otro modo, me veo y deseo que me vean, pero no lo necesito.

Cuando hablo de ver me refiero a sentir que me entienden, que conectan conmigo más allá de lo obvio, que validan y legitiman mis emociones y que son responsivos con mis necesidades.

¿QUÉ ES?

Es hacer y dejar de  hacer. Es la actitud y el permiso. Es lo que necesitamos, podemos y queremos darnos y soltar en la intimidad o en compañía.

Es muchas cosas y todas o ninguna de las que aquí aparecen puede encajarnos del mismo modo, porque sobre todo, es respeto y compasión.

Para profundizar algo más en este término vamos a poner el foco en cuatro aspectos importantes:

  • Permiso.
  • Dejarnos cuidar.
  • Gestión emocional.
  • Límites.

PERMISO

Cuando podemos conectar con cómo nos sentimos y qué necesitamos, por muy importante, buena y coherente que sea una acción o por mucho que esté en consonancia con nosotros implicarnos en esa lucha, no siempre es el momento de centrar todas nuestras energías en ella.

Una vocecilla interna nos increpará por no hacer aquello en lo que creemos, la otra nos agradecerá el  parón, el cuidado propio y la preferencia por aquello que en ese momento requiere nuestro  tiempo, cuidado, energía y atención.

No nos perdemos por permitirnos esto. Ni a nosotros ni todo lo que llevamos hecho hasta ahora. Seguimos siendo las mismas personas pero en un momento, con unas circunstancias y unas prioridades distintas, que por supuesto, pueden variar.

Y esto también es coherente, por lo menos en este momento con nuestras  necesidades presentes y con uno mismo.

Sin dedicarnos tiempo y escucha, esta elección se vuelve un automatismo y desde aquí estaremos más polarizados. O priorizaremos siempre a los demás o nos elegiremos en la mayoría de las ocasiones.

Esto tiene que ver con la importancia que adquiere, más que lo que hacemos (que también), desde dónde lo hacemos. Desde el cariño, la culpa, la opinión de otras personas, el amor, el miedo, etc.

AUTOCUIDADO TAMBIÉN ES DEJARSE CUIDAR

En muchas ocasiones nos cuesta mostrarnos vulnerables. Sobre todo en grupo o con determinadas personas y sostener las miradas y lo que puedan estar pensando cuando lo hacemos.

Con el tiempo, los años y la revisión de nuestra historia podemos darnos cuenta de que a veces no son las miradas, sino nuestra interpretación de ellas lo que nos incomoda.

Pero esa interpretación es nuestra, o quizá suya, pero lo importante es que no nos define.

Podemos desear que sea de otro modo, pero hay una diferencia sustancial entre desear y necesitar.

Porque recuerda:

Que algo te venga muy bien, te ayude y puedas desearlo con todas tus fuerzas no significa que lo necesites.

Porque cuando tu mirada hacia ti cambia, cuando te relacionas con personas que pueden verte en toda tu esencia y abrazarla, las defensas bajan y las barreras, a veces, también.

¿Y por qué digo a veces? Porque no es negativo poder poner límites y protegerse cuando sea necesario.

Con este cambio puedes ver compasión donde antes desconfianza y, aunque los viejos resquicios del pasado en forma de creencias  aparecen en ocasiones, sabes que son eso, de otro momento y que están desactualizados. Y sobre todo, no sé si gracias a ellos pero sí con ellos, hoy has llegado aquí.

Por lo tanto, tengamos presente que solos podemos hacer muchas cosas, pero si necesitamos ayuda, compañía y consuelo también podemos pedirla y sobre todo, dejarnos sostener.

Porque en muchas veces nuestro autocuidado comienza con poder recibir el apoyo de quien nos acompaña.

REGULAR NUESTRAS EMOCIONES NO ES REPRIMIRLAS

Autocuidado es escucharse, observarse, expresarse, protegerse y amarse. Es abrazarse, priorizarse y poner límites. Reír y disfrutar. Llorar, dormir y acariciar.

Autocuidado es parar y observar cómo no hacer nada puede ofrecernos mucho y cómo no parar también puede valernos en ocasiones.

Es flexibilidad para permitirnos el cambio y también poder sentir miedo y rigidez ante lo nuevo.

Ilustración del libro  ”El cerebro del niño” de Daniel Siegel

Ilustración del libro ”El cerebro del niño” de Daniel Siegel

Es conectar con la ambivalencia de sentir un deseo y su contrario, con el cambio y la convivencia de todos sus matices.

No podemos atender y gestionar algo que negamos. Además, si le cerramos la puerta a lo que nos gusta menos sentir, también se la estaremos bloqueando a lo agradable.

LÍMITES

Poner límites es expresar hasta dónde, cómo y cuándo. Es ocupar nuestro espacio, alzar nuestra voz y respetar nuestros tiempos.

Es decir hasta aquí y no necesariamente de manera tajante. Puede haber firmeza pero también asertividad. Porque quien sabe poner límites adecuadamente también sabe encajarlos.

Por lo tanto, nos une y conecta porque quien aprende a ponerlos comprende lo que implica hacerlo.

Y llegados a este punto, a mí, que no me gusta esto de ser categórica, llevo un texto entero afirmando con rotundidad lo que es el autocuidado.

No sé lo que es para ti. Sé lo que fue y está siendo para mí.

Si te apetece, puedes y quieres. Si te viene bien y es lo que deseas en este momento, te invito a crear y experimentar  tu propia idea sobre él. Me encantará conocerla.

Resiliencia: la mezcla de resistencia y flexibilidad que ayuda a los sanitarios

Resiliencia: la mezcla de resistencia y flexibilidad que ayuda a los sanitarios

Esta semana en la Conversación de Optimistas Florent y Alberto han hablado de resiliencia con Jose Juan Agudo, formador del módulo “Resiliencia, el secreto de las personas Diente de León” que os ofrecemos en el campus de la FHO.

Florent abrió la conversación comparando la resiliencia de la que hacen gala los sanitarios cada día, con la que deben demostrar los alpinistas y montañeros (actividades a las que Jose Juan es un apasionado) que se enfrentan a grandes desafíos bajo condiciones extremas… Aunque las circunstancias son muy diferentes, esa capacidad de crecer y evolucionar en medio de dificultades es la misma.

En ambos casos la resiliencia nos ayuda no solo a no hundirnos ante las dificultades, sino a salir reforzado de estas experiencias, especialmente en momentos de grandes desafíos.

Un camino hacia la resiliencia

Florent revisó con Jose Juan los siete peldaños que, según su propuesta y mediante la práctica, nos ayudan a cultivar la resiliencia. Alberto dio su punto de vista sobre cómo se refleja cada uno de ellos en el día a día en los hospitales.

Summun Bonum

Haz siempre lo mejor que puedas.

Debemos aprender a distinguir entre las cosas que están en nuestra mano y las que no lo están (por muy preocupantes que estas sean). Trataremos de mejorar aquello que está a nuestro alcance y dejaremos de darle vueltas y vueltas a los temas sobre los que no podemos hacer nada, ya que terminan por quitarnos poder y autoestima, y nos dejan un sentimiento de frustración muy pesado.

Alberto nos contó que cuando nos preguntan cómo nos hemos enfrentado a una situación y respondemos

Lo he hecho lo mejor que he podido

, esta frase resume para él esta actitud: hacerlo lo mejor que podemos dentro de nuestra área de influencia. Entre los compañeros sanitarios hay un sentimiento de que durante la pandemia se ha actuado así, centrándose cada uno en dar la mejor versión de sí mismo ocupándose incansablemente de hacerlo lo mejor posible sin preocuparse de más.

Premeditatio malorum

Ponte cara a cara con tus peores miedos, entrenando así la valentía.

Poniendo por escrito aquellos miedos que nos habitan, nuestro cerebro se centra en la esencia de aquello que nos provoca ese bloqueo. Esto se logra definiendo el miedo, proponiendo cómo podemos prevenir ese miedo y buscando soluciones que nos ayuden a reparar… imaginando cómo podemos actuar en caso de que esas circunstancias que nos provocan miedo sucedan.

Este análisis nos quita el peso de encima que supone tener un miedo indefinido constante que nos atenaza en la vida.

Según Alberto esto se reflejó claramente en los primeros días de la pandemia cuando el mayor miedo entre los sanitarios fue la incertidumbre que se logró superar mediante los planes de contingencia que se diseñaron y pusieron en marcha en los hospitales. Estos planes a nivel organizativo sirvieron para hacer que la gente sintiera el apoyo que les daba una seguridad sobre las posibles respuestas frente a diferentes situaciones.

Conversación de optimistas Resiliencia

Amor fati

Haz todo lo que puedas, pero acepta lo que venga.

Debemos aceptar que las cosas no van a ser siempre como nosotros quisiéramos. No debemos obsesionarnos con algo que ya no es posible.

Como dice Alberto:

Hay que saber renunciar a nuestro plan original

adaptándonos a las circunstancias que surgen en la vida, aunque no sean las que hubiéramos deseado.

Durante la pandemia fue muy difícil asumir las tasas de mortalidad tan altas. Esto fue duro de aceptar por los sanitarios y les pasó factura debido a su alto nivel de autoexigencia.

Según nos comentaba Jose Juan, la flexibilidad mental que distingue a las personas resilientes no significa que esta sea una situación placentera. No quiere decir que la persona resiliente no sufra durante el proceso, sino que es capaz de salir adelante reforzada a pesar de él.

Ostaculum via

Nadie escapa a tener que enfrentar dificultades, lo que nos diferencia es la herramienta que utilizamos para afrontarlas.

Debemos reconciliarnos con el hecho de que la vida está llena de obstáculos y a menudo nos veremos obligados a adaptarnos a las circunstancias. Debemos afrontarlo como algo que pone a prueba nuestra creatividad y la capacidad de encontrar soluciones nuevas a problemas nuevos. De este modo nuestro cerebro encuentra nuevas conexiones que nos ayudan a crecer.

Alberto ve la crisis sanitaria como una posibilidad de aportar soluciones creativas a problemas hasta entonces desconocidos. La necesidad de salir adelante en circunstancias excepcionales estimuló esa creatividad.

Ego vacum

La resiliencia es una habilidad adaptativa. La actitud de aprendiz nos pone en una posición de humildad y nos abre a incorporar conocimientos dejando de lado el ego que puede llevarnos a pensar que ya no tenemos nada que aprender.

Alberto lo ve así:

La mente más sana es la mente curiosa

No debemos perder la ilusión por seguir aprendiendo. Esta necesidad de renovarse y seguir aprendiendo es especialmente característica de las profesiones sanitarias.

Sympatheia

Somos las relaciones que frecuentamos. Es en el contacto con los otros donde descubrimos muchos de nuestros talentos y habilidades. Por eso debemos hacerles saber a las personas que tenemos cerca que nos importan, preocuparnos por ellos, mostrarles nuestra voluntad de ayudar y sobre todo ser agradecidos y generosos.

Alberto nos recordó la importancia de los abrazos que duran un poquito más de lo normal y nos llenan de energía.

Memento Mori

Todo momento es un puente a otro momento. Todo tiene un final (tanto lo bueno como lo malo) y debemos vivir y seguir adelante sin olvidar nuestro propósito.

Esta frase latina que, como nos recordó Jose Juan, es uno de los conceptos fundamentales del estoicismo, nos ayuda a recordar la fugacidad de la vida para centrarnos en el aquí y ahora.
A Alberto esto le recordó a un texto de la autora estadounidense L. R. Knost con el que cerró esta conversación de optimistas:

La vida es maravillosa.
Y de repente, es horrible.
Entonces, vuelve a ser maravillosa de nuevo.
Entremedio de lo maravilloso y lo horrible es ordinaria, rutinaria y mundana.
Respira, mientras es maravillosa.
Aguanta, cuando sea horrible.
Relájate y suspira mientras dure lo ordinario.
Vivir es desgarrador, liberador, maravilloso, horrible y ordinario.
Y es asombrosamente bonito.

Personas diente de león: el camino a la Resiliencia

Personas diente de león: el camino a la Resiliencia

¿Nunca te has preguntado cómo puede ser que algunas plantas crezcan en mitad del cemento y el asfalto? ¿No se supone que una planta necesita tierra, luz y agua para hacer la fotosíntesis y florecer?

Estamos sin duda ante una de las grandes lecciones de la madre naturaleza sobre cómo conseguir crecer en entornos de adversidad y dificultad. No quiere decir esto que ese crecimiento sea algo “agradable” o se vaya a disfrutar del proceso.  Crecer y avanzar no siempre significa placer o disfrute, es más, la mayoría de las veces no hay nada de eso.

El diente de león es capaz de sacarle partido a dos cualidades excepcionales para ello: la resistencia y la flexibilidad.

Ambas dos cualidades son la base de lo que conocemos en el campo del comportamiento y la psicología humana como Resiliencia, ese maravilloso arte-habilidad en el que se es capaz de seguir creciendo (aunque sin placer en ello) en medio de circunstancias nada favorables o más bien indeseadas.

La resiliencia, (o la persona Diente de león) se ha interpretado de diferentes maneras desde que hace algo más de una década aproximadamente se empezó a hablar y acuñar dicho término para referirse a esa habilidad poco común de conseguir salir adelante aún cuando todas las posibilidades o circunstancias apuntan en dirección contraria.

Hace apenas unos años algunos psicólogos ponían de relieve esta nueva destreza al rescatar las historias de los niños “diente de león” o niños de la guerra, que en algunos (aunque minoritarios) casos conseguían superar las terribles circunstancias vividas y eran capaces de llevar vidas “normales” en las que las secuelas de lo vivido no determinaban el global de sus vidas. Por supuesto, éstos eran y son una minoría.

 

¿Qué podemos aprender de los niños diente de león?

Estamos como en la mayoría de las habilidades y talentos ante una destreza que puede tener tanto una base genética como ser prendida. Los niños de la guerra resilientes suelen ser casos de seres que ya traen algo de serie, pero que también reciben ayuda y acaban saliendo adelante en mitad de la miseria, la injusticia y la falta de educación.

Otro gran escenario para el estudio y comprensión de la resiliencia fue lo acaecido a mitad del siglo pasado en los campos de concentración nazis donde solo una minoría fue capaz de encontrar el camino hacia la salvación.

Algo que destilan muchos de los testimonios de los supervivientes es que no siempre eran los más fuertes los que conseguían salir adelante, si no los que mejor respondían al entorno en términos de adaptación.

¿Cómo lo hacían?

Ahora ya sabemos que esa admirable capacidad que poseen algunas personas puede que tenga que ver con los genes, pero sobre todo se puede adquirir, aprender, mejorar y desarrollar con la pedagogía adecuada y en el tiempo requerido para ello. De hecho, si te paras a pesar sobre las personas resilientes más cercanas a ti verás que se han ido haciendo resilientes, no siempre lo fueron.

Por tanto, podemos decir que ser una persona resiliente o persona diente de león es un proceso humano en el que se cruzan dos habilidades combinadas: Resistencia y Flexibilidad. Vayamos un poco al grano de ambas destrezas.

 

Resistencia y Flexibilidad

Cuando nos referimos a “ser resistente” no nos referimos solamente al hecho de “aguantar” ya que en sí esta capacidad es limitada y finita. Aguantar por aguantar es soportar el peso del dolor, la dificultad, el sufrimiento o la desolación sin nada que lo compense, hasta que te den las fuerzas antes de romperte, partirte o rendirte.

La resistencia va más allá de la capacidad de aguantar por aguantar e incorpora un sentido final o propósito a esa experiencia nada favorable en la que a menudo nos vemos inmersos a lo largo de nuestras vidas. Como decía V. Frankl:

Si no tienes un para qué, ningún sufrimiento o dificultad tiene sentido y pronto perderemos las ganas de seguir aguantando

Parece que saber dotar de un sentido último a esa capacidad de “aguante” es lo que le confiere a la resistencia la cualidad de motor de avance en mitad de las inclemencias, dificultades o momentos difíciles.

Sufrir sin saber para qué se sufre es doble sufrimiento, agota el doble de recursos emocionales y no genera nada

¿Se puede aprender a dotar a las dificultades de un sentido último o propósito? La respuesta es sí, y ese es uno de los secretos de las personas diente de león.

Pero esta habilidad no sería suficiente para entender y practicar la esencia de la resiliencia. Nos hace falta acudir a su hermana “la flexibilidad” para tener todo el paisaje cubierto.

Por mucho que trabajemos el saber dotar a las dificultades y adversidades de sentido y propósito (y esto en sí miso ya es bastante complicado) si no soltamos algo de lastre no podremos florecer en mitad de lo complejo y salir a superficie.

A veces no es posible crecer en línea recta por lo que hay que estar dispuesto a “adaptarse y amoldarse” a algo que no teníamos en mente, a algo que hasta puede que odiemos, tarea peculiar y harto compleja también.

Y es que los seres humanos tenemos algo que se llama ego y que nos apega a que las cosas sean como queremos que sean, cuando queremos que sean, donde y con quien queremos que sean. Querer que lo placentero dure para siempre y al mismo tiempo mantener lo doloroso lo más alejado de nuestras vidas no es precisamente una actitud flexible, ni siquiera está cerca de serlo. Pretender que siempre luzca el sol y que no lleguen las nubes es no entender el proceso que hay detrás de una vida que florece. Por eso nos cuesta ser resilientes. Somos capaces de aguantar lo indecible pero mostramos poca flexibilidad cuando la vida nos trae algo inesperado, por eso acabamos rompiéndonos.

¿Qué significa ser una persona flexible? No hay dos formas iguales de entender las posibles respuestas a esta pregunta. La flexibilidad es algo tremendamente particular y personal, pues tiene que ver con los valores, los miedos, las expectativas vitales, la propia personalidad o las emociones. Lo único que puede tener en común cualquier posible respuesta a esta pregunta es que la flexibilidad supone no apegarse, encariñarse o aferrarse demasiado a nada en la vida, porque como bien explica la filosofía budista, todo acaba por cambiar, transformarse o desaparecer, antes o después.

Así que bienvenido a la aventura de cultivar la resiliencia en tu vida. Es un camino personal indelegable, es nominal, nadie lo va a hacer por ti y leer sobre ello no te va a hacer resiliente: hay que construirlo o cultivarlo.

No te digo que vaya a ser fácil, te digo que merece la pena.