Autocuidado: Permitirse no es perderse

Autocuidado: Permitirse no es perderse

Esta semana hemos disfrutado de una conversación de optimistas en la que nuestros conversadores han charlado sobre un tema de especial interés para los sanitarios: el autocuidado.

Todos sabemos que la labor de los sanitarios está marcada por un objetivo claro: cuidar de sus pacientes. Estar ahí para lograr su recuperación, hacerles la enfermedad o la convalecencia más llevadera.
Médicos, enfermeras, auxiliares, fisioterapeutas… la mayor parte de su jornada está dedicada a cuidar de los demás.

Pero ¿quién cuida de quienes nos cuidan?

 

El autocuidado

En los últimos años se ha querido poner el foco en la necesidad de volcar esfuerzos en el cuidado de los sanitarios en cuyas manos ponemos nuestra salud. Dentro de las posibilidades de cuidado que existen, hoy queremos fijarnos en el autocuidado. En observar esa brújula interior que todos tenemos dentro y que, si nos detenemos a escuchar, puede darnos una información muy valiosa que nos ayuda a atender nuestras necesidades, lo que nos permitirá acercarnos a las de las personas con las que nos relacionamos.

Para hablar de autocuidado hemos recurrido a Alba Nogareda, la profesora del módulo Mirarse para poder ver. Autocuidado y gestión emocional. del campus FHO.
Alba es psicóloga y socióloga, y formadora en autoconocimiento a través de la reflexión.

Además de Alba. nos acompañó una de las alumnas de este módulo: Mª Ángeles de Pedro, enfermera de cuidados intensivos en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid.

Las emociones son mensajeras

Alba comenzó contándonos qué quiere decir eso de que las emociones son mensajeras, que apunta en el módulo: significa que nos traen información.
Una información que puede ser agradable o desagradable: pueden ser cómodas e incómodas de sentir… por eso, a veces nos cuesta hacerles caso. Pero en todo caso nos traen una información valiosísima.

Y debemos escucharlas.

Debemos tener en cuenta que esas emociones no son nosotros mismos, sino algo externo que podemos observar y respecto a lo que podemos reaccionar… en nuestra mano está mirarlas con perspectiva. Pero es importante saber que no se van a ir solas, sino que debemos enfrentarnos a ellas, escucharlas y atenderlas. También a las emociones desagradables, que en principio preferiríamos ignorar y darles la espalda. Debemos preguntarnos por qué ha venido a nosotros esa emoción y cómo nos relacionamos con los otros cuando sentimos eso. Relacionándonos con ella de tú a tú; impidiendo que nos paralice y nos deje sin margen de maniobra.

 

La difícil tarea de encontrar el equilibrio emocional en el hospital

Mª Ángeles nos contó que en ocasiones en el hospital es difícil encontrar un equilibrio en las emociones, porque las negativas (el miedo, la ira, la tristeza…) añaden demasiado peso en esa balanza, como ha ocurrido en los peores momentos de la pandemia de covid.

Si bien en algunos servicios vivir una situación así ha tenido como efecto un refuerzo del sentido de equipo y les ha unido, Mª Ángeles nos comentaba que en su unidad les ha costado remontar porque la avalancha de emociones negativas ha sido difícil de gestionar.

Desde el punto de vista de Alberto la pandemia ha hecho que muchos profesionales sanitarios hayan descuidado esa atención hacia sus propias emociones, porque la sobrecarga diaria no dejaba espacio para ellas. El autocuidado pasaba a segundo plano ante la urgencia de cuidar a los demás.

 

Recursos adaptativos

Florent pidió a Alba recursos adaptativos para poder avanzar ante situaciones difíciles como la vivida en los últimos meses. Alba nos dijo que los sanitarios deben ser conscientes de haberlo hecho lo mejor que han podido y a partir de ahí, a pesar del desgaste, pasar a una fase de apertura identificando en qué momento del duelo estamos:

¿Sigo enfadado y no me lo permito?

¿Tengo ganas de llorar, pero me cuesta abrir eso que he encapsulado porque es muy doloroso?

¿He superado esas etapas y ahora necesito avanzar?…

cada uno debe observar dónde se encuentra respecto a sus emociones y actuar en consecuencia. Salir de la polaridad del “estoy bien” o “estoy mal”: podemos estar agotados, pero tener una ilusión desbordante por salir adelante; o estar enfadados por una nueva medida con la que no estamos de acuerdo, pero tomar las riendas de la situación colaborando con los compañeros para que las cosas salgan lo mejor posible.

 

No desligar el profesional sanitario del ser humano

Alberto compartió su sentimiento de que en ocasiones se condiciona a los sanitarios a pensar que las emociones no les permitían desarrollar su trabajo, sin tener en cuenta que ese escudo emocional les impide conectar humanamente con los pacientes.

Mª Ángeles rememoraba los aplausos de los sanitarios de la UCI cuando un paciente dejaba atrás la unidad. No podían evitar emocionarse y celebrar como una victoria la satisfacción de ver a un paciente recuperado.

Florent destacaba la importancia de progresar y formarse en conocimientos técnicos, pero no dejar a un lado el aprendizaje de aquellas herramientas que nos ayudan a ser más humanos, a conectar y empatizar con el paciente. Mª Ángeles confirmó que en su entorno cada vez son más los profesionales que demandan este tipo de formaciones que les permiten hacer frente a su trabajo en el hospital de un modo más humano. Es un aspecto que no debemos descuidar.

 

Autocuidado

 

 

Hay que cuidar la salud mental y emocional

También se habló en esta conversación de la importancia que tradicionalmente otorgamos a la salud física dejando de lado la salud mental y emocional que es igual de importante y debemos prestarle la debida atención.

Mª Ángeles compartió con nosotros cómo surgió en su unidad a partir del Plan Persona (proyecto de la Consejería de Sanidad de Castilla y León cuyo objetivo es avanzar en la humanización de la atención sanitaria) la idea de la propia Mª Ángeles (tras hablarlo con su supervisora y su jefa de servicio) de habilitar una caja en la que incorporar ideas ilusionantes y que fuera un punto de encuentro de las personas que se quieren sumar a nuevos proyectos, talleres, etc.

Alba alabó ese tipo de acciones que posibilitan un contagio emocional positivo colectivo que hace partícipes a los miembros del grupo de una energía positiva individual. Y nos dejó una frase:

Compartidas, la alegría se multiplica y la tristeza se divide

 

 

 

 

 

 

 

Cuidarnos nos conecta

Cuidarnos nos conecta

AUTOCUIDADO

El autoconocimiento, el autoamor, el autocuidado y, en general, aquello relacionado con mirar hacia dentro, puede dar la impresión de dejar fuera a los demás, de no cuidarles o de no estar para ellos.

Priorizarnos no quiere decir elegirnos siempre, pero sí tenernos en cuenta en esa elección

Considero que responsabilizarnos de lo que sentimos, deseamos o necesitamos y atenderlo o pedir ayuda para hacerlo nos beneficia y, por lo tanto, también tiene efectos en las personas con las que nos relacionamos. Al contrario de lo pueda parecer, entrenar esta mirada nos facilita el poder empatizar con quien en algún momento no puede hacerse cargo de su dolor o dificultades.

De esta manera, libres de nuestro peso, tendremos las manos disponibles para sostener el de otras personas. Si no, sin liberar carga, el peso se posa y con el tiempo será insostenible.

Por lo tanto, el autocuidado no nos aísla, nos conecta al resto de personas. En muchas ocasiones, nuestras necesidades emocionales son muy similares y, estando alineados con las propias, afinamos esa mirada compasiva, que puede ser una caricia para alguien que está en una situación dolorosa.

Si lo mío está sin mirar, mi campo de batalla será  la reivindicación, la exigencia, el victimismo, el cansancio extenuante, la autosuficiencia forzada  o cualquier otra forma que pueda manejar.  No es bueno o malo, es lo que podemos hacer para tratar de sentirnos mejor.  El problema es que desde aquí, no puedo ver pero necesito que me vean. Del otro modo, me veo y deseo que me vean, pero no lo necesito.

Cuando hablo de ver me refiero a sentir que me entienden, que conectan conmigo más allá de lo obvio, que validan y legitiman mis emociones y que son responsivos con mis necesidades.

¿QUÉ ES?

Es hacer y dejar de  hacer. Es la actitud y el permiso. Es lo que necesitamos, podemos y queremos darnos y soltar en la intimidad o en compañía.

Es muchas cosas y todas o ninguna de las que aquí aparecen puede encajarnos del mismo modo, porque sobre todo, es respeto y compasión.

Para profundizar algo más en este término vamos a poner el foco en cuatro aspectos importantes:

  • Permiso.
  • Dejarnos cuidar.
  • Gestión emocional.
  • Límites.

PERMISO

Cuando podemos conectar con cómo nos sentimos y qué necesitamos, por muy importante, buena y coherente que sea una acción o por mucho que esté en consonancia con nosotros implicarnos en esa lucha, no siempre es el momento de centrar todas nuestras energías en ella.

Una vocecilla interna nos increpará por no hacer aquello en lo que creemos, la otra nos agradecerá el  parón, el cuidado propio y la preferencia por aquello que en ese momento requiere nuestro  tiempo, cuidado, energía y atención.

No nos perdemos por permitirnos esto. Ni a nosotros ni todo lo que llevamos hecho hasta ahora. Seguimos siendo las mismas personas pero en un momento, con unas circunstancias y unas prioridades distintas, que por supuesto, pueden variar.

Y esto también es coherente, por lo menos en este momento con nuestras  necesidades presentes y con uno mismo.

Sin dedicarnos tiempo y escucha, esta elección se vuelve un automatismo y desde aquí estaremos más polarizados. O priorizaremos siempre a los demás o nos elegiremos en la mayoría de las ocasiones.

Esto tiene que ver con la importancia que adquiere, más que lo que hacemos (que también), desde dónde lo hacemos. Desde el cariño, la culpa, la opinión de otras personas, el amor, el miedo, etc.

AUTOCUIDADO TAMBIÉN ES DEJARSE CUIDAR

En muchas ocasiones nos cuesta mostrarnos vulnerables. Sobre todo en grupo o con determinadas personas y sostener las miradas y lo que puedan estar pensando cuando lo hacemos.

Con el tiempo, los años y la revisión de nuestra historia podemos darnos cuenta de que a veces no son las miradas, sino nuestra interpretación de ellas lo que nos incomoda.

Pero esa interpretación es nuestra, o quizá suya, pero lo importante es que no nos define.

Podemos desear que sea de otro modo, pero hay una diferencia sustancial entre desear y necesitar.

Porque recuerda:

Que algo te venga muy bien, te ayude y puedas desearlo con todas tus fuerzas no significa que lo necesites.

Porque cuando tu mirada hacia ti cambia, cuando te relacionas con personas que pueden verte en toda tu esencia y abrazarla, las defensas bajan y las barreras, a veces, también.

¿Y por qué digo a veces? Porque no es negativo poder poner límites y protegerse cuando sea necesario.

Con este cambio puedes ver compasión donde antes desconfianza y, aunque los viejos resquicios del pasado en forma de creencias  aparecen en ocasiones, sabes que son eso, de otro momento y que están desactualizados. Y sobre todo, no sé si gracias a ellos pero sí con ellos, hoy has llegado aquí.

Por lo tanto, tengamos presente que solos podemos hacer muchas cosas, pero si necesitamos ayuda, compañía y consuelo también podemos pedirla y sobre todo, dejarnos sostener.

Porque en muchas veces nuestro autocuidado comienza con poder recibir el apoyo de quien nos acompaña.

REGULAR NUESTRAS EMOCIONES NO ES REPRIMIRLAS

Autocuidado es escucharse, observarse, expresarse, protegerse y amarse. Es abrazarse, priorizarse y poner límites. Reír y disfrutar. Llorar, dormir y acariciar.

Autocuidado es parar y observar cómo no hacer nada puede ofrecernos mucho y cómo no parar también puede valernos en ocasiones.

Es flexibilidad para permitirnos el cambio y también poder sentir miedo y rigidez ante lo nuevo.

Ilustración del libro  ”El cerebro del niño” de Daniel Siegel

Ilustración del libro ”El cerebro del niño” de Daniel Siegel

Es conectar con la ambivalencia de sentir un deseo y su contrario, con el cambio y la convivencia de todos sus matices.

No podemos atender y gestionar algo que negamos. Además, si le cerramos la puerta a lo que nos gusta menos sentir, también se la estaremos bloqueando a lo agradable.

LÍMITES

Poner límites es expresar hasta dónde, cómo y cuándo. Es ocupar nuestro espacio, alzar nuestra voz y respetar nuestros tiempos.

Es decir hasta aquí y no necesariamente de manera tajante. Puede haber firmeza pero también asertividad. Porque quien sabe poner límites adecuadamente también sabe encajarlos.

Por lo tanto, nos une y conecta porque quien aprende a ponerlos comprende lo que implica hacerlo.

Y llegados a este punto, a mí, que no me gusta esto de ser categórica, llevo un texto entero afirmando con rotundidad lo que es el autocuidado.

No sé lo que es para ti. Sé lo que fue y está siendo para mí.

Si te apetece, puedes y quieres. Si te viene bien y es lo que deseas en este momento, te invito a crear y experimentar  tu propia idea sobre él. Me encantará conocerla.

Resiliencia: la mezcla de resistencia y flexibilidad que ayuda a los sanitarios

Resiliencia: la mezcla de resistencia y flexibilidad que ayuda a los sanitarios

Esta semana en la Conversación de Optimistas Florent y Alberto han hablado de resiliencia con Jose Juan Agudo, formador del módulo “Resiliencia, el secreto de las personas Diente de León” que os ofrecemos en el campus de la FHO.

Florent abrió la conversación comparando la resiliencia de la que hacen gala los sanitarios cada día, con la que deben demostrar los alpinistas y montañeros (actividades a las que Jose Juan es un apasionado) que se enfrentan a grandes desafíos bajo condiciones extremas… Aunque las circunstancias son muy diferentes, esa capacidad de crecer y evolucionar en medio de dificultades es la misma.

En ambos casos la resiliencia nos ayuda no solo a no hundirnos ante las dificultades, sino a salir reforzado de estas experiencias, especialmente en momentos de grandes desafíos.

Un camino hacia la resiliencia

Florent revisó con Jose Juan los siete peldaños que, según su propuesta y mediante la práctica, nos ayudan a cultivar la resiliencia. Alberto dio su punto de vista sobre cómo se refleja cada uno de ellos en el día a día en los hospitales.

Summun Bonum

Haz siempre lo mejor que puedas.

Debemos aprender a distinguir entre las cosas que están en nuestra mano y las que no lo están (por muy preocupantes que estas sean). Trataremos de mejorar aquello que está a nuestro alcance y dejaremos de darle vueltas y vueltas a los temas sobre los que no podemos hacer nada, ya que terminan por quitarnos poder y autoestima, y nos dejan un sentimiento de frustración muy pesado.

Alberto nos contó que cuando nos preguntan cómo nos hemos enfrentado a una situación y respondemos

Lo he hecho lo mejor que he podido

, esta frase resume para él esta actitud: hacerlo lo mejor que podemos dentro de nuestra área de influencia. Entre los compañeros sanitarios hay un sentimiento de que durante la pandemia se ha actuado así, centrándose cada uno en dar la mejor versión de sí mismo ocupándose incansablemente de hacerlo lo mejor posible sin preocuparse de más.

Premeditatio malorum

Ponte cara a cara con tus peores miedos, entrenando así la valentía.

Poniendo por escrito aquellos miedos que nos habitan, nuestro cerebro se centra en la esencia de aquello que nos provoca ese bloqueo. Esto se logra definiendo el miedo, proponiendo cómo podemos prevenir ese miedo y buscando soluciones que nos ayuden a reparar… imaginando cómo podemos actuar en caso de que esas circunstancias que nos provocan miedo sucedan.

Este análisis nos quita el peso de encima que supone tener un miedo indefinido constante que nos atenaza en la vida.

Según Alberto esto se reflejó claramente en los primeros días de la pandemia cuando el mayor miedo entre los sanitarios fue la incertidumbre que se logró superar mediante los planes de contingencia que se diseñaron y pusieron en marcha en los hospitales. Estos planes a nivel organizativo sirvieron para hacer que la gente sintiera el apoyo que les daba una seguridad sobre las posibles respuestas frente a diferentes situaciones.

Conversación de optimistas Resiliencia

Amor fati

Haz todo lo que puedas, pero acepta lo que venga.

Debemos aceptar que las cosas no van a ser siempre como nosotros quisiéramos. No debemos obsesionarnos con algo que ya no es posible.

Como dice Alberto:

Hay que saber renunciar a nuestro plan original

adaptándonos a las circunstancias que surgen en la vida, aunque no sean las que hubiéramos deseado.

Durante la pandemia fue muy difícil asumir las tasas de mortalidad tan altas. Esto fue duro de aceptar por los sanitarios y les pasó factura debido a su alto nivel de autoexigencia.

Según nos comentaba Jose Juan, la flexibilidad mental que distingue a las personas resilientes no significa que esta sea una situación placentera. No quiere decir que la persona resiliente no sufra durante el proceso, sino que es capaz de salir adelante reforzada a pesar de él.

Ostaculum via

Nadie escapa a tener que enfrentar dificultades, lo que nos diferencia es la herramienta que utilizamos para afrontarlas.

Debemos reconciliarnos con el hecho de que la vida está llena de obstáculos y a menudo nos veremos obligados a adaptarnos a las circunstancias. Debemos afrontarlo como algo que pone a prueba nuestra creatividad y la capacidad de encontrar soluciones nuevas a problemas nuevos. De este modo nuestro cerebro encuentra nuevas conexiones que nos ayudan a crecer.

Alberto ve la crisis sanitaria como una posibilidad de aportar soluciones creativas a problemas hasta entonces desconocidos. La necesidad de salir adelante en circunstancias excepcionales estimuló esa creatividad.

Ego vacum

La resiliencia es una habilidad adaptativa. La actitud de aprendiz nos pone en una posición de humildad y nos abre a incorporar conocimientos dejando de lado el ego que puede llevarnos a pensar que ya no tenemos nada que aprender.

Alberto lo ve así:

La mente más sana es la mente curiosa

No debemos perder la ilusión por seguir aprendiendo. Esta necesidad de renovarse y seguir aprendiendo es especialmente característica de las profesiones sanitarias.

Sympatheia

Somos las relaciones que frecuentamos. Es en el contacto con los otros donde descubrimos muchos de nuestros talentos y habilidades. Por eso debemos hacerles saber a las personas que tenemos cerca que nos importan, preocuparnos por ellos, mostrarles nuestra voluntad de ayudar y sobre todo ser agradecidos y generosos.

Alberto nos recordó la importancia de los abrazos que duran un poquito más de lo normal y nos llenan de energía.

Memento Mori

Todo momento es un puente a otro momento. Todo tiene un final (tanto lo bueno como lo malo) y debemos vivir y seguir adelante sin olvidar nuestro propósito.

Esta frase latina que, como nos recordó Jose Juan, es uno de los conceptos fundamentales del estoicismo, nos ayuda a recordar la fugacidad de la vida para centrarnos en el aquí y ahora.
A Alberto esto le recordó a un texto de la autora estadounidense L. R. Knost con el que cerró esta conversación de optimistas:

La vida es maravillosa.
Y de repente, es horrible.
Entonces, vuelve a ser maravillosa de nuevo.
Entremedio de lo maravilloso y lo horrible es ordinaria, rutinaria y mundana.
Respira, mientras es maravillosa.
Aguanta, cuando sea horrible.
Relájate y suspira mientras dure lo ordinario.
Vivir es desgarrador, liberador, maravilloso, horrible y ordinario.
Y es asombrosamente bonito.

Personas diente de león: el camino a la Resiliencia

Personas diente de león: el camino a la Resiliencia

¿Nunca te has preguntado cómo puede ser que algunas plantas crezcan en mitad del cemento y el asfalto? ¿No se supone que una planta necesita tierra, luz y agua para hacer la fotosíntesis y florecer?

Estamos sin duda ante una de las grandes lecciones de la madre naturaleza sobre cómo conseguir crecer en entornos de adversidad y dificultad. No quiere decir esto que ese crecimiento sea algo “agradable” o se vaya a disfrutar del proceso.  Crecer y avanzar no siempre significa placer o disfrute, es más, la mayoría de las veces no hay nada de eso.

El diente de león es capaz de sacarle partido a dos cualidades excepcionales para ello: la resistencia y la flexibilidad.

Ambas dos cualidades son la base de lo que conocemos en el campo del comportamiento y la psicología humana como Resiliencia, ese maravilloso arte-habilidad en el que se es capaz de seguir creciendo (aunque sin placer en ello) en medio de circunstancias nada favorables o más bien indeseadas.

La resiliencia, (o la persona Diente de león) se ha interpretado de diferentes maneras desde que hace algo más de una década aproximadamente se empezó a hablar y acuñar dicho término para referirse a esa habilidad poco común de conseguir salir adelante aún cuando todas las posibilidades o circunstancias apuntan en dirección contraria.

Hace apenas unos años algunos psicólogos ponían de relieve esta nueva destreza al rescatar las historias de los niños “diente de león” o niños de la guerra, que en algunos (aunque minoritarios) casos conseguían superar las terribles circunstancias vividas y eran capaces de llevar vidas “normales” en las que las secuelas de lo vivido no determinaban el global de sus vidas. Por supuesto, éstos eran y son una minoría.

 

¿Qué podemos aprender de los niños diente de león?

Estamos como en la mayoría de las habilidades y talentos ante una destreza que puede tener tanto una base genética como ser prendida. Los niños de la guerra resilientes suelen ser casos de seres que ya traen algo de serie, pero que también reciben ayuda y acaban saliendo adelante en mitad de la miseria, la injusticia y la falta de educación.

Otro gran escenario para el estudio y comprensión de la resiliencia fue lo acaecido a mitad del siglo pasado en los campos de concentración nazis donde solo una minoría fue capaz de encontrar el camino hacia la salvación.

Algo que destilan muchos de los testimonios de los supervivientes es que no siempre eran los más fuertes los que conseguían salir adelante, si no los que mejor respondían al entorno en términos de adaptación.

¿Cómo lo hacían?

Ahora ya sabemos que esa admirable capacidad que poseen algunas personas puede que tenga que ver con los genes, pero sobre todo se puede adquirir, aprender, mejorar y desarrollar con la pedagogía adecuada y en el tiempo requerido para ello. De hecho, si te paras a pesar sobre las personas resilientes más cercanas a ti verás que se han ido haciendo resilientes, no siempre lo fueron.

Por tanto, podemos decir que ser una persona resiliente o persona diente de león es un proceso humano en el que se cruzan dos habilidades combinadas: Resistencia y Flexibilidad. Vayamos un poco al grano de ambas destrezas.

 

Resistencia y Flexibilidad

Cuando nos referimos a “ser resistente” no nos referimos solamente al hecho de “aguantar” ya que en sí esta capacidad es limitada y finita. Aguantar por aguantar es soportar el peso del dolor, la dificultad, el sufrimiento o la desolación sin nada que lo compense, hasta que te den las fuerzas antes de romperte, partirte o rendirte.

La resistencia va más allá de la capacidad de aguantar por aguantar e incorpora un sentido final o propósito a esa experiencia nada favorable en la que a menudo nos vemos inmersos a lo largo de nuestras vidas. Como decía V. Frankl:

Si no tienes un para qué, ningún sufrimiento o dificultad tiene sentido y pronto perderemos las ganas de seguir aguantando

Parece que saber dotar de un sentido último a esa capacidad de “aguante” es lo que le confiere a la resistencia la cualidad de motor de avance en mitad de las inclemencias, dificultades o momentos difíciles.

Sufrir sin saber para qué se sufre es doble sufrimiento, agota el doble de recursos emocionales y no genera nada

¿Se puede aprender a dotar a las dificultades de un sentido último o propósito? La respuesta es sí, y ese es uno de los secretos de las personas diente de león.

Pero esta habilidad no sería suficiente para entender y practicar la esencia de la resiliencia. Nos hace falta acudir a su hermana “la flexibilidad” para tener todo el paisaje cubierto.

Por mucho que trabajemos el saber dotar a las dificultades y adversidades de sentido y propósito (y esto en sí miso ya es bastante complicado) si no soltamos algo de lastre no podremos florecer en mitad de lo complejo y salir a superficie.

A veces no es posible crecer en línea recta por lo que hay que estar dispuesto a “adaptarse y amoldarse” a algo que no teníamos en mente, a algo que hasta puede que odiemos, tarea peculiar y harto compleja también.

Y es que los seres humanos tenemos algo que se llama ego y que nos apega a que las cosas sean como queremos que sean, cuando queremos que sean, donde y con quien queremos que sean. Querer que lo placentero dure para siempre y al mismo tiempo mantener lo doloroso lo más alejado de nuestras vidas no es precisamente una actitud flexible, ni siquiera está cerca de serlo. Pretender que siempre luzca el sol y que no lleguen las nubes es no entender el proceso que hay detrás de una vida que florece. Por eso nos cuesta ser resilientes. Somos capaces de aguantar lo indecible pero mostramos poca flexibilidad cuando la vida nos trae algo inesperado, por eso acabamos rompiéndonos.

¿Qué significa ser una persona flexible? No hay dos formas iguales de entender las posibles respuestas a esta pregunta. La flexibilidad es algo tremendamente particular y personal, pues tiene que ver con los valores, los miedos, las expectativas vitales, la propia personalidad o las emociones. Lo único que puede tener en común cualquier posible respuesta a esta pregunta es que la flexibilidad supone no apegarse, encariñarse o aferrarse demasiado a nada en la vida, porque como bien explica la filosofía budista, todo acaba por cambiar, transformarse o desaparecer, antes o después.

Así que bienvenido a la aventura de cultivar la resiliencia en tu vida. Es un camino personal indelegable, es nominal, nadie lo va a hacer por ti y leer sobre ello no te va a hacer resiliente: hay que construirlo o cultivarlo.

No te digo que vaya a ser fácil, te digo que merece la pena.

Sonreír y reír en los hospitales es posible… y necesario

Sonreír y reír en los hospitales es posible… y necesario

¿Qué mejor día para demostrar su optimismo que un lunes? Este mes de septiembre hemos trasladado nuestra habitual conversación de optimistas del último miércoles del mes, al último lunes. Y qué mejor tema para esta conversación, que el humor y su papel en los entornos sanitarios. 

Como comenta Florent al comienzo de la conversación con Alberto, el humor en las organizaciones sanitarias es una cosa seria e importante…. Y para hablar de algo tan serio e importante nadie mejor que Eduardo Jáuregui.  

Eduardo es, seguramente, la persona que más sabe de humor en España. Además de ser economista y haber estudiado Ciencias políticas y Sociales, tiene un máster en Antropología social por la Universidad de Oxford y es autor de multitud de publicaciones. Por resumirlo en pocas palabras, es EL EXPERTO EN HUMOR… más concretamente en humor positivo y más concretamente aún en la aplicación de ese humor positivo en las organizaciones. 

Eduardo comenzó contándonos que el sentido del humor y la risa son un misterio para científicos y pensadores que no se ponen de acuerdo sobre qué son y a qué responden. 

 

La gente que ríe más vive menos, pero… 

Florent quiso interesarse por un dato que le llamó la atención al realizar el módulo Humor y Salud: según diversos estudios, la gente que tiene más sentido del humor tiene peor salud y es menos longeva que quienes carecen de él. Eduardo comentó que diversas variables observadas en estos estudios llevan a la conclusión de que aquellas personas que ríen más son, en general, más “disfrutonas” y menos cuidadosas con su salud: se deleitan con comidas poco saludables, les gustan los deportes de riesgo, son más aventureras… todo esto puede llevar a una salud más precaria y a una vida algo más corta. Es decir: viven menos, pero disfrutan más de la vida. 

Sin embargo, Eduardo comentó que los efectos positivos del humor: reducción del estrés, efecto analgésico, producción de endorfinas que refuerzan el sistema inmunitario… combinadas con un cuidado de la salud, asegurarán sin duda una protección a largo plazo. Este estudio científico aún está por realizar, pero Eduardo no tiene ninguna duda de que los resultados de este combo humor+cuidado de la salud son inequívocamente positivos, como ocurre también con el optimismo. 

Y hablando de optimismo, Alberto quiso conocer la opinión de Eduardo sobre si “los  optimistas no estaba de moda”. Eduardo confirmó que, si bien el optimismo está en la esencia de la Humanidad y forma parte del patrimonio evolutivo de los seres humanos, es cierto que hay una tendencia entre los círculos intelectuales occidentales a ver a los optimistas como “ilusos” y carentes del poso de seriedad que se esperaría de ellos. 

 

Seriedad y humor: una combinación ganadora 

Y hablando de seriedad, Alberto se preguntaba por qué se considera que la seriedad y el humor no pueden caminar juntos. Eduardo estuvo de acuerdo en afirmar que estos dos elementos son imprescindibles y deben ir de la mano 

A él la seriedad le parece fundamental (y así lo defiende en el módulo Liderar con humor es una cosa seria), porque supone respeto y organización que no están necesariamente en absoluta contraposición con el ocio y la diversión. Otra cosa es que esa seriedad implique estar todo el día la “cara larga”.  

Eduardo comentaba también cómo el humor aflora en los momentos más difíciles y la prueba la hemos tenido recientemente, durante el confinamiento de 2020. En esas semanas tensas y de aislamiento, fue sorprendente ver cómo circulaba el humor que estimulaba la creatividad y ayudaba a sobrellevar la incertidumbre.  

En esos días circulaban multitud de memes y videos creativos que compartían la “auto-ironía”. 

                                        

 

Para hablar de humor en esta conversación también contamos con una de las alumnas de estos módulosMari Carmen Piñero López, que trabaja como secretaria en la Gerencia de Atención Integrada de Albacete y es, además, educadora social y una apasionada del desarrollo personal y profesional a través del aprendizaje. 

Mari Carmen ensalzó la labor de divulgación del campus FHO y destacó la importancia de la ciencia y la educación que nos ayudan a progresar. En relación con la utilización del sentido del humor en los entornos sanitarios destacó la importancia de hacer un uso positivo de esta actitud que nos ayuda a tomar distancia en situaciones difíciles; pero siempre buscando que sea compartido y no sea hiriente. 

 

Compartir risas refuerza el equipo 

Florent quiso conocer la opinión de Alberto sobre la importancia que conceden los líderes (mánagers, responsables, jefes de servicio…) de las organizaciones sanitarias al humor. Alberto coincidía con los comentarios de Eduardo en lo que concierne a la seriedad, los líderes deben ser serios, manteniendo claridad en las decisiones que toman, pero sin caer en la solemnidad 

Y, por supuesto, el humor es una herramienta que refuerza su liderazgo: las emociones positivas nos hacen más sensibles a las necesidades del equipo. Mari Carmen estuvo de acuerdo con Alberto: el sentido del humor compartido refuerza la cohesión del equipo. 

 

La importancia del permiso 

Eduardo destacó la importancia del permiso para lograr que el humor brote en una organización: crear un espacio de seguridad psicológica en el que los compañeros no critiquen o se burlen de los comentarios u observaciones de los demás. Un espacio de confianza en el uno pueda ser uno mismo.  

Para lograrlo, hay que confiar en los líderes que marcan ese tono emocional que autoriza o desautoriza ese tipo de comportamientos. Si tenemos un jefe que se ríe de sí mismo, lo más posible es que los miembros de ese equipo se sientan autorizados a desarrollar también su sentido del humor y el ambiente mejore. 

Los líderes deben ser conscientes de que tienen esa llave que autoriza y fomenta el humor en su entorno

También destacó la importancia de encender esa chispa del humor que todos llevamos dentro. 

Y con los pacientes ocurre lo mismo.  

Alberto comentó que es en el primer minuto de conversación con el paciente que el médico establece el tipo de comunicación que van a compartir: si el médico aborda inmediatamente el problema que motiva la consulta, el paciente hablará de eso.  Si durante esos primeros momentos el médico es capaz de relajar la relación, el paciente se sentirá más libre y más seguro para contar eso y otras cosas en un ambiente de seguridad psicológica. 

Usar el humor en una organización sanitaria es un acto de generosidad y de inteligencia que muestra la vulnerabilidad. Se trata de una pasarela para conectar tanto con los pacientes  como con los compañeros.  

¿Quieres ver todo lo que se habló en la conversación de optimistas sobre el humor incluida la broma que Florent y Alberto le gastaron a Eduardo Jáuregui?  

 

¡Puedes verla aquí!

 

¿Divertirse en el trabajo?

¿Divertirse en el trabajo?

Existe un dogma muy extendido que proclama que el trabajo debe ser algo serio, solemne, duro e incluso desagradable.

¿Reírse en el trabajo? ¡Pero usted qué se ha creído!
Eso deberá hacerlo en sus ratos libres, mi querido e ingenuo amigo. Aquí hay que demostrar que somos gente profesional, de paredes grises, procesos cuadriculados y sonrisas escasas.

Como decía Henry Ford, padre fundador de la era industrial,

Sólo cuando el trabajo haya terminado puede llegar el juego. Nunca antes.

Y más aún si nos referimos al mundo médico, donde tratamos con temas tan serios como la salud, la enfermedad, el dolor, la vida y la muerte.

Sin embargo, esta visión tan dramática del trabajo tiene claras desventajas, como el hecho de que fomenta emociones negativas como el estrés, que no sólo pasan factura a la salud (irónicamente, en un campo como el médico), sino que inhiben la creatividad y la toma de decisiones, degradan las relaciones sociales y en definitiva perjudican el propio trabajo.

Por el contrario, sabemos por experiencia que una broma bien afinada puede derretir el hielo en una reunión tensa con un paciente, comunicar una crítica sin herir sensibilidades, o desdramatizar problemas de todo tipo. No es ninguna tontería. Y estas intuiciones se han confirmado en diversos experimentos de laboratorio, en los que un vídeo cómico, un chiste o un juego ha sido capaz, en pocos minutos, de producir efectos sorprendentes: reducción del estrés y de las emociones negativas, aumento de la atracción interpersonal, mayor flexibilidad mental y creatividad…

Empresas divertidas

En los últimos veinte años, numerosas empresas han demostrado con los hechos que es posible combinar el humor con el trabajo.

La línea aérea norteamericana Southwest Airlines, por ejemplo, es célebre por su estrepitosa falta de solemnidad, evidente en sus hilarantes anuncios publicitarios, en sus vídeos de formación interna (en uno aparece el CEO participando en un “rap” sobre la empresa) y en sus legendarias fiestas de “navidad” (que tan pronto se celebran en mayo como en octubre). Durante los vuelos, las azafatas y los pilotos cuentan chistes y bromean con los pasajeros a lo largo del vuelo, relajando los nervios que habitualmente acompañan a los despegues y aterrizajes. Un ejemplo, tomado de las habitualmente soporíferas instrucciones de emergencia:

Este es un vuelo de no fumadores. Si pillamos a alguien fumando, le invitaremos a salir sobre el ala, donde podrán contemplar nuestra película de abordo, Lo que el viento se llevó.

Lo curioso es que, con chascarrillos como estos, los pasajeros realmente prestan atención a las instrucciones de emergencia –un objetivo bien serio, al fin y al cabo. El tono informal y jocoso del trabajo en Southwest no está en absoluto reñido con la “seriedad” en el buen sentido: esta empresa ha mantenido el primer puesto en puntualidad, gestión del equipaje y satisfacción del cliente durante años, convirtiéndose en un gigante de las líneas aéreas y en una de las 10 empresas más admiradas de EEUU en cualquier sector, según la revista Fortune. Y lo mejor es que tiene aviones pintados a modo de ballena

Clowns en los hospitales

El ámbito de la medicina es uno de los entornos profesionales donde ha calado este mensaje con mayor fuerza. El alto nivel de estrés de los profesionales y también de los pacientes y familiares que acuden a hospitales, clínicas y centros médicos significa que, por un lado, el humor tiende a escasear, pero por otro, que hace más falta que nunca.

Es por ello que han surgido en los últimos años experiencias como las asociaciones de payasos de hospital y otras iniciativas como el uso de “carritos de la comedia”, que llevan libros, tebeos, juegos, videos, etc a la habitación de cada paciente. Incluso existe en Estados Unidos la American Association for Therapeutic Humor.

En España, Begoña Carbelo, que fue directora de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Alcalá de Henares, ha difundido experiencias de este tipo con publicaciones como su libro El humor en la relación con el paciente, publicada por la editorial médica Masson.

También entre los propios profesionales, el uso del humor comienza a tomarse cada vez más en serio. Y no es para menos. En una investigación del año 2015, se comparó el resultado de dos tipos de música que sonaban durante las colonoscopias que realizaban una serie de técnicos especialistas. En un grupo, los especialistas escogían su propia música (una playlist de música pop). En otro, se reproducía la banda sonora de La Guerra de la Galaxias. Sorprendentemente, quienes escucharon la banda sonora de Starwars realizaron colonoscopias de mayor calidad: en otras palabras, detectaron más pólipos y adenomas. Este resultado indica que introducirse mentalmente en un mundo lúdico de fantasía, “transformar” la realidad objetiva, tuvo un efecto beneficioso sobre una actividad tan crítica como ésta —un efecto que pudo haber tenido consecuencias de vida o muerte.

Bromear sí, pero con cuidado

Evidentemente, el uso del humor en un entorno médico ha de realizarse con sensibilidad hacia la situacion, los pacientes y los familiares presentes. Pero quizás estos últimos también necesitan conocer la importancia del humor para distender el estrés en entornos como éste. En el libro de Begoña Carbelo, se recoge el contenido de un cartel que colocaron unas enfermeras en un departamento de urgencias, que refleja tanto la importancia del humor para estas profesionales como los malentendidos potenciales al emplear el humor en este tipo de entornos:

En el hospital también nos divertimos

Aprende a gestionar tus emociones de forma sencilla y eficaz

Aprende a gestionar tus emociones de forma sencilla y eficaz

Cuando nos cruzamos con un compañero el saludo inicial suele venir acompañado del famoso: “¿Qué tal estas?”  

Muchas veces, la persona que lanza la pregunta lo hace de forma mecánica, sin deseo real de conocer la respuesta. Pero lo peor es que nosotros tampoco  solemos esmerarnos mucho, siendo un tibio “bien” la respuesta más habitual.  

Pero… ¿Esta respuesta describe fielmente cómo nos sentimos realmente en ese momento?   

Lo más probable es que no.  

En la conversación de optimistas que mantuvieron Alberto y Florent  el pasado mes de julio con Miguel Ángel Díaz, charlaron sobre emociones y la importancia de ser consciente de ellas para poder hacerlas jugar a nuestro favor. 

Hablaron de una de las herramientas que propuso Miguel Ángel en el módulo ¿Cómo cultivar tu Inteligencia Emocional para mejorar tu bienestar en el trabajo? del campus FHO: El Mood meter, o medidor de estado de ánimo 

Esta herramienta originalmente desarrollada por Marc Brackett, Director del Yale Center for Emotional Intelligence, ha resultado tan interesante que durante la conversación de optimistas Miguel Ángel se comprometió a adaptar una versión para nuestra Fundación. 

En este enlace descubrirás cómo funciona la herramienta y podrás descargar el poster para imprimirlo y colgarlo en tu unidad en un sitio a la vista de todos tus compañeros. Además, te mostraremos una propuesta de pasos a seguir dependiendo del cuadrante del medidor de estado de ánimo en el que te encuentres. 

Esperamos que esta herramienta sencilla y eficaz te resulte de utilidad para gestionar todas las situaciones que vives a lo largo del día en tu organización sanitaria. 

Desarrollar el sentido del humor

Desarrollar el sentido del humor

“La vida es demasiado importante como para tomársela en serio”

Oscar Wilde

Es difícil encontrar a alguien que no reconozca que el sentido del humor es algo muy valioso: un antídoto al estrés, un regalo para los demás, un estímulo para la creatividad y un sinfín de etcéteras. Pero muchas personas ponen reparos a la hora de aplicarlo, y uno de los más comunes es creer que “no tengo sentido del humor”. O sea, que flojean en capacidades como apreciar el humor que nos rodea, de usar el ingenio para jugar y bromear y de compartir la diversión con los demás. Hay mucha gente que se cree deficiente en este tipo de habilidades, como si el humor fuera un don especial que sólo algunas personas afortunadas, probablemente muy pocas, poseen.

Esta creencia está muy extendida, y a veces me pregunto si no se estará propagando entre la población como una especie de virus de la solemnidad. Quizás uno de los motivos es que vivimos en una sociedad en la que el ocio es una “actividad” cada vez menos activa y más pasiva. Hace sólo tres generaciones, antes de la televisión o incluso la radio, la mayoría de los entretenimientos eran participativos. Para divertirse la gente se reunía alrededor de una plaza, de una mesa o de un fuego y contaban cuentos, recitaban chistes, cantaban canciones y practicaban el antiguo arte de la conversación.

Evidentemente todo esto aun existe, pero se observan cada día nuevas pruebas de su degradación, como sucede con el medio ambiente natural y la progresiva desaparición de las especies. Nos hemos acostumbrado a que nos entretengan con películas, programas de televisión, videojuegos y todo tipo de saraos en los que sólo hacemos de público sentadito y formal. Como mucho, aplaudimos. Y así, de la misma manera que estamos perdiendo la capacidad de sumar dos y dos, porque los cálculos nos los hace la calculadora, estamos perdiendo también el sentido del humor porque la comedia nos la sirven en bandeja los cómicos profesionales.

El terror a los chistes

Contar chistesEn mis talleres sobre el  humor, cuando pregunto “¿a cuántas personas se les da fatal contar un chiste?”, aproximadamente un 95% levanta la mano. ¿Significa esto que sólo el 5% de la población posee sentido del humor? En absoluto. Primero, porque los chistes son sólo un tipo de humor muy particular, y todos conocemos a personas muy divertidas que no cuentan chistes nunca. Pero además resulta que la mayoría de las personas que afirman tajantemente no poder contar chistes (añadiendo habitualmente la coletilla de que “en cuanto me los cuentan, se me olvidan”) con muy poco entrenamiento demuestran ser en realidad bastante competentes.

Lo que sucede normalmente es que cuando intentamos contar un chiste, que quizás hemos oído hace ya algún tiempo, tratamos de reproducirlo sin haberlo ensayado ni una sola vez. El secreto de los chistes es que requieren práctica, porque deben exponerse en un tiempo breve y medido y siguiendo una estructura lingüística muy concreta. Si alguien se aventura a contar un chiste sin la suficiente preparación previa, lo más normal es que se estrelle bochornosamente, reforzando su idea de que es “incapaz” de contar chistes. Pero si lo practica cinco o diez veces, de tal manera que es capaz de recitarlo con absoluta naturalidad, es posible que consiga hacer estallar de risa a quienes lo escuchan. Y lo mismo puede decirse del humor en general: no es tanto que tengamos o no tengamos, sino que lo usamos más o menos.

 

El humor: Patrimonio de la humanidadMujer sonriente

No hay nadie que carezca totalmente de sentido del humor. La prueba es que todos hemos sido alguna vez niños o niñas, y sabemos que cuando lo fuimos, bastaba con cuatro sillas y una sábana para montar un circo de tres pistas, asaltar un castillo embrujado, o surcar los siete mares a bordo de un barco pirata. Todo el mundo sabe divertirse, jugar y disfrutar con lo que Chaplin llamaba “el juguete más maravilloso”: la mente humana. Esa capacidad lúdica es lo único que nos hace falta para emplear el humor, y es algo que todos heredamos en nuestro código genético.

Pero evidentemente, una cosa es el patrimonio biológico que heredamos y otro lo que hacemos con él. El humor es como un músculo que podemos ejercitar y desarrollar para tenerlo siempre a punto y listo para trabajar, o que podemos olvidar y dejar que se atrofie. ¿Practicas el juego diariamente? ¿Buscas oportunidades para divertirte? ¿Te reúnes con amistades que te permiten “hacer el tonto”, bromear y “tomarse el pelo” mutuamente? ¿Te comunicas con los niños pequeños y los animales? ¿Cuentas cuentos? ¿Haces teatro? ¿Dibujas garabatos? ¿Dices tonterías? ¿Bailas? ¿Cantas?

Y hablando de cantar…

Te sugiero un ejercicio para poner tu sentido del humor a prueba. Escoge una canción que te guste y un asunto que te esté rondando en estos momentos por la cabeza (si es algo que te preocupa o te moleste, mejor). Ahora trata de ir cambiando la letra de la canción para reflejar el tema que has elegido. El truco es tratar de que suene lo más parecido posible al original. Y no te preocupes que no sea perfecto, ni te salga nada a la primera: experimenta, prueba, y saca a relucir hasta tus peores ideas (a menudo las más divertidas).

Nariz de clownYo me inventé una hace algunos años, durante un tráfico espantoso un sábado de mucho calor (en un coche sin aire acondicionado). Hay que imaginársela con la música de la canción de Ketama “No estamos lokos”: “Si no estamos locos / Muy pronto lo estaremos / Esta autovía / Es como un aparcamiento / Pero que nunca termina / Menudo aburrimiento / ¡Y sudaré! / ¡Ay sí yo su-da-ré!”. Según te vaya saliendo y lo vayas cantando, te garantizo que te vas a reír y vas a comprobar que también tú tienes sentido del humor. A mí esa hora de tráfico se le pasó volando. Y si no te sale, puedes recurrir al plan B: sacar la nariz de payaso de la guantera.

Verdades y mitos sobre el humor y la salud

Verdades y mitos sobre el humor y la salud

Siempre se ha dicho, y parece de sentido común, que “la risa es sana”. El médico Thomas Sydenham afirmaba en el siglo XVII que “La llegada de un buen payaso ejerce una influencia más beneficiosa sobre una ciudad que la de veinte burros cargados con medicinas”. Existe un auténtico ejército de risoterapeutas que aseguran, como Patch Adams, que “la risa es un antídoto para todos los males”. Se han publicado cientos de libros y artículos sobre el poder curativo del humor, un tema que evidentemente resulta atractivo en los medios de comunicación.

En las últimas décadas, la ciencia médica ha puesto estas intuiciones a prueba, comprobando que efectivamente contienen un núcleo de verdad. Pero en esto también hay bastante “fake news”.

 

Efectos curativos

No está demostrado aún que la risa haya curado ninguna enfermedad. Las únicas «pruebas» que existen en este sentido son puramente anecdóticas, pero algunas han adquirido el estatus de leyenda, como en el caso de Norman Cousins. A este periodista le diagnosticaron una enfermedad de los huesos llamada espondilitis anquilosante, que provoca una dolorosa inflamación y la progresiva rigidez de la columna vertebral.

Insatisfecho con la incapacidad de los médicos para buscarle una solución a su problema, se mudó del hospital a un cómodo hotel y se recetó una dieta de comida natural, vitamina C y videos de películas de los Hermanos Marx. Cousins descubrió que 10 minutos de risa le proporcionaban hasta dos horas de sueño sin dolor. Y, al parecer, con el tiempo se curó de esta enfermedad supuestamente «incurable».

¿Tuvo algo que ver la risa en esta curación? Es posible, pero también puede ser que el factor crítico no fueran las películas de los Hermanos Marx, sino la vitamina C, algún aspecto de su alimentación, el efecto placebo, la decoración de su suite, la composición química de las tuberías de su ducha, las devotas oraciones de su panadero, los duendes mágicos que habitaban en un bosque cercano…

En definitiva, no sabemos por qué el hombre se curó, ni se ha demostrado empíricamente que la risa frene o disminuya el progreso de la espondilitis anquilosante. Hay quienes dudan, de hecho, de que Norman Cousins realmente tuviera esta enfermedad, y suponen que probablemente sus médicos se equivocaran en la diagnosis.

 

Longevidad y salud en general

Sabemos que la gente más optimista es más longeva. Y también la gente que experimenta más emociones positivas. Sin embargo, en el caso del sentido del humor, la cosa no está tan clara. En el mayor estudio realizado hasta la fecha, sus 65.000 participantes rellenaron una medida del sentido del humor y un cuestionario exhaustivo sobre indicadores de salud, pero no se encontró ninguna correlación positiva (excepto en el caso de la satisfacción con la salud). Un estudio posterior del mismo investigador sí encontró una relación significativa entre sentido del humor y mayor longevidad, pero solo hasta los 65 años.

Sin embargo, existen varios otros estudios (uno de ellos el estudio longitudinal más largo hasta la fecha) que, sorprendentemente, han encontrado una relación negativa entre el humor y la salud: ¡las personas que puntuaron más alto en una escala de humor presentaban un cuadro médico peor! Al parecer, esto se debía a una asociación entre el sentido del humor y un estilo de vida más despreocupado que incurría en hábitos poco sanos: fumar, beber, comer en exceso, practicar sexo sin tomar precauciones, etc. O sea, que quizás la gente con un alto sentido del humor tienda a ser gente disfrutona, digámoslo así, y menos prudente que la media.

Humor y longevidad

Esta combinación queda perfectamente plasmada en la figura del humorista y vividor norteamericano P.J. O’Rourke, quien traiciona su salud (física, psicológica e incluso moral) con frases como ésta:

Nómbrame, si puedes una sensación mejor que la que obtienes cuando tienes media botella de Chivas en el saco, te has metido un gramo de coca por la nariz, y la belleza del asiento de al lado se quita el top mientras que sobrepasas los 160 kilómetros por hora en una calle residencial.

Evidentemente, no todos los «sentidos del humor» valen a la hora de reforzar la salud. Si nos tomamos el cuidado del cuerpo a la ligera o incluso vivimos la vida misma como un juego hedonista y desenfrenado, es probable que cualquier beneficio que obtengamos por reír más se vea contrarrestado por nuestros hábitos nocivos. Por otro lado, ¿es más importante vivir más años o disfrutar más de la vida? He ahí una gran cuestión existencial.

 

Reducción del estrés

Lo que sí está demostrado ampliamente es que el humor puede considerarse un auténtico antídoto al estrés —incluso algo más potente que el ejercicio físico vigoroso según algunos estudios. Por lo tanto podemos hablar de un efecto positivo indirecto del humor sobre la salud.

El estrés inhibe el sistema inmunológico, un mecanismo de defensa que nos protege de todo tipo de amenazas, y además causa el desgaste progresivo del sistema circulatorio. Por estos dos motivos, no es de extrañar que se asocie a todo tipo de condiciones médicas: resfriados, dolores de espalda, diabetes, apendicitis, infecciones respiratorias, artritis, herpes, problemas de corazón y ciertos tipos de cáncer.

Mediante el control del estrés, un buen sentido del humor debería en principio prevenir ciertas enfermedades, favorecer la recuperación y contribuir, en definitiva, a una mejor salud. Quizás en el futuro logremos pruebas más directas de esta posible relación.

 

Beneficios fisiológicos específicos

Numerosos estudios han tratado de comprobar si el humor produce cambios fisiológicos saludables, más allá de la reducción del estrés. Algunos ejemplos: estimulación del sistema inmunitario, reducida sensibilidad a las alergias, menor presión sanguínea y otros beneficios para el sistema cardiovascular.

Sin embargo, a pesar del bombo que los medios de comunicación han dado a algunos de estos estudios, que supuestamente prueban que «la risa es sana», en realidad los resultados empíricos en este campo son a menudo contradictorios, confusos o cuestionables.

Por ejemplo, mientras que un estudio ampliamente citado encontró aumentos en la ratio de células T auxiliares-supresoras y actividad de células NK (Natural Killer, destructoras naturales) con la exposición a comedia, otro estudio similar (¡pero menos citado!) no replicó el hallazgo del ratio de células T y encontró una disminución de la actividad de células NK.

Parte del problema es que hasta fecha no ha habido mucha financiación para este tipo de estudios (que suelen ser bastante caros), y los investigadores pioneros se han tenido que contentar con diseños muy deficientes a nivel metodológico: pocos participantes, grupos de control inadecuados y otros problemas.

 

Efecto Analgésico

Otro beneficio terapéutico muy concreto del humor es su capacidad para elevar la tolerancia al dolor físico, probablemente por la liberación de endorfinas. En este caso, la observación de Norman Cousins de que la risa tiene un efecto analgésico se ha confirmado una y otra vez. Las personas que escuchan un audio cómico antes de sufrir un dolor son capaces de soportarlo durante más tiempo que aquellas que escuchan otros tipos de materiales.

Homor y salud

Estos estudios indican que el efecto analgésico tarda algunos minutos en aparecer y que puede durar hasta 30 minutos después de haber finalizado el estímulo humorístico. Se trata de un efecto de intensidad leve, ya que en un estudio de campo en un entorno hospitalario se observó que el visionado de películas cómicas reducía las peticiones de analgésicos leves (de tipo aspirina) pero no las peticiones de otros productos más fuertes. También se ha establecido que el efecto no depende de cuánta risa se expresa, sino más bien del sentimiento subjetivo de hilaridad –de hecho, si se intenta exagerar la risa intencionadamente, la tolerancia al dolor disminuye en vez de aumentar.

Curiosamente, el efecto analgésico no se limita sólo al humor y otras emociones positivas, sino que se ha observado también en el caso de emociones negativas. En un experimento, los participantes que visionaron películas trágicas, del horror o desagradables soportaron el dolor al mismo nivel que aquellos que visionaron películas cómicas. Quizás sea un efecto común a cualquier emoción fuerte. En cualquier caso, y teniendo en cuenta los otros efectos positivos del humor, parece más prudente recetar a un enfermo una comedia de Toni Leblanc y Concha Velasco que una película de zombis antropófagos.

 

Efectos psicológicos

Como hemos visto, los efectos más claros del humor sobre la salud tienen que ver más con la mente que con el cuerpo: la reducción del estrés y la tolerancia al dolor. Y no son los únicos. Diversos estudios han comprobado que el humor funciona como un antídoto, en general, a las emociones y estados negativos, mientras que promueve el bienestar y el optimismo, al menos en el corto plazo.

La risa es una de las experiencias más placenteras de la vida. El doctor Allen Reiss y su equipo de investigadores de la Universidad de Stanford han comprobado que el disfrute del humor estimula los centros de recompensa mesolímbicos y libera la dopamina, una droga natural que nos obsequia con placer al obtener un bien preciado o deseado. El sistema dopaminérgico se activa, por ejemplo, cuando una persona obtiene una ganancia inesperada de dinero o cuando observa un rostro atractivo. Por lo tanto, puede ayudarnos a “endulzar” momentos difíciles, tanto propios como ajenos.

Numerosos psicólogos han considerado el humor como un valioso mecanismo de defensa ante los embistes de la vida. Para Sigmund Freud, por ejemplo, el mensaje del humor es el siguiente:

¡Mira! ¡Aquí tienes el mundo que parece tan peligroso! ¡No es más que un juego de niños, algo sobre el cual podemos bromear!

Un ejemplo muy claro de ello sucedió durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial en Londres, muchas tiendas colgaban en sus escaparates carteles que decían “Open as Usual” (Abiertos como de costumbre). Cuando una bomba destruyó un edificio comercial, una tienda quedó totalmente destrozada. Sólo quedaba en pie una pared del negocio. Y fue justamente ahí donde el dueño colgó un cartel con el mensaje: “More Open Than Usual” (¡Más abierto de lo habitual!).

En las últimas décadas, se han acumulado numerosas evidencias de que un buen sentido del humor efectivamente nos permite ser más resilientes y gozar de mayor bienestar psicológico a largo plazo. Sin embargo, hay que diferenciar en este caso entre estilos de humor positivos y negativos, una innovación del investigador canadiense Rod Martin. El humor agresivo, por ejemplo, no está asociado con efectos beneficiosos, sino más bien con un mayor neuroticismo y peores relaciones interpersonales.

Pero un sentido del humor que busca contagiar la risa y el buen humor por doquier, y a enfrentarse a la vida con una perspectiva cómica, sin duda es un elemento importante del verdadero bienestar y la salud plena. No es que vaya a curarte de nada, pero puede ayudar a cualquier paciente a ser mucho más “paciente”, y a disfrutar más de camino a la recuperación.

La inteligencia emocional en los equipos sanitarios

La inteligencia emocional en los equipos sanitarios

 

El último miércoles de julio Florent y Alberto se reunieron virtualmente para ofrecernos una nueva conversación en torno al tema propuesto en el último módulo presentado en el campus de la Fundación Hospital Optimista: la inteligencia emocional* 

Y para hablar de ella, y de cómo gestionarla adecuadamente puede ayudar a los profesionales de la salud, contaron con la participación de Miguel Ángel Díaz, el profesor que ha impartido este módulo online.  

Miguel Ángel es psicólogo, especialista en RRHH y prevención de riesgos laborales; además es presidente de ASNIE (Asociación Nacional de Inteligencia Emocional), una organización que pretende difundir y promover el uso de la inteligencia emocional en la sociedad.  

La gestión de las emociones es especialmente importante para las “personas que trabajan en contacto con personas” y en particular para los sanitarios que lo hacen con pacientes y sus familias, que se encuentran en situaciones de especial vulnerabilidad… que no están en su mejor momento anímico. Para los sanitarios esto supone una carga emocional muy intensa que puede ir erosionando a los profesionales si no logran gestionarlo bien. 

 

El libro de Goleman 

Para comenzar la conversación, Florent recordó su primer contacto con la inteligencia emocional a través del libro “La práctica de la inteligencia emocional” de Daniel Goleman. En esta obra de finales de los 90 el autor americano presenta este nuevo concepto.  

Florent recordó los factores determinantes de la inteligencia emocional que estableció Goleman:  

  • Conocer las emociones propias y las de los demás 
  • Gestionar las emociones propias 
  • Automotivarse 
  • Relacionarse adecuadamente con las personas 

 

La inteligencia emocional en los equipos sanitarios 

Florent quiso conocer el punto de vista de los sanitarios a través de la opinión de Alberto, que confirmó que esta es una de las claves para lograr un bienestar en el trabajo. Alberto puso el ejemplo de los vasos comunicantes: 

Si no somos capaces de analizar nuestro comportamiento en el trabajo y no lo relacionamos con el resto de facetas de nuestra vida, es difícil cambiar las cosas

Alberto también hizo una comparación entre la inteligencia emocional y una receta de cocina: Todos tenemos los ingredientes, pero la clave está en la cantidad y del equilibrio de los condimentos. 

Alberto nos contó cómo, durante mucho tiempo, dentro de los hospitales se ha dado importancia a los conocimientos técnico-científicos, pero se han dejado un poco de lado esos factores más intangibles pero que pueden ser claves para evitar situaciones como la del burnout, que afecta a tantos profesionales de la salud.  

En este sentido, es importante que los líderes del sector sanitario se hagan responsables de su propia situación y la de sus equipos, incluyendo una gestión consciente de la inteligencia emocional: manteniendo los ojos bien abiertos y cuidando de las emociones. 

Florent quiso conocer de la mano de Miguel Ángel, como experto en recursos humanos tanto en el mundo empresarial como en el sector sanitario, las diferencias que existen entre el mundo corporativo y el de la sanidad; y el lugar que tiene la inteligencia emocional en ambos sectores. 

 

Herramientas sencillas para gestionar la inteligencia emocional 

Miguel Ángel nos contó que, en general, “a la gente se la contrata por sus conocimientos y se la despide por su falta de habilidades”; y es que la inteligencia emocional es un conjunto de habilidades que hace al profesional mejor, más efectivo.  

También apuntó que, en los más de 20 años que han pasado desde la publicación del libro de Daniel Goleman que Florent citaba al comienzo de la conversación, el término “inteligencia emocional” ha envejecido mal… que se ha invertido poco en aterrizarlo, generando herramientas sencillas y útiles para los profesionales, tanto sanitarios como de otros sectores. 

Destacó el papel de los consultores y formadores que pueden facilitar ese acceso a ese conocimiento y trasladar la teoría a la práctica más inmediata del día a día en las organizaciones, convirtiendo ese conocimiento teórico en recursos fáciles de entender e implementar. 

Entre las herramientas que ofrece Miguel Ángel en el módulo ¿Cómo cultivar tu inteligencia emocional para mejorar tu bienestar en el trabajo?  del campus FHO está el “medidor de estados anímicos” (mood meter) que nos ayudará a identificar qué estamos sintiendo en un momento determinado, discernir si esa emoción nos puede ser útil o no, comprender cuál es su significado y el motivo de su aparición, y finalmente, aprender a gestionar dichas emociones de una forma correcta. 

 

Lo primero: identificar nuestras emociones 

Cualquier emoción, está compuesta por dos factores fundamentales: Una determinada cantidad de energía (hay emociones que nos activan más que otras) y una determinada cantidad de agradabilidad (hay emociones que resultan más agradables que otras).  

Las emociones no son solo buenas o malas… 

Si nos acostumbramos a calibrarnos de vez en cuando y nos preguntamos ¿Cómo estoy de energía ahora mismo de 0 a 10? Y ¿Cuán agradable es lo que siento ahora mismo de 0 a 10? Seremos capaces de encontrar las coordenadas que caracterizan a nuestra emoción, identificando la etiqueta que define lo que estamos sintiendo en estos momentos. Así seremos capaces de verbalizarlo y explicárselo a los demás. 

Además, una vez identificado lo que sentimos, podremos reflexionar sobre cómo nos condiciona eso que estamos sintiendo ahora mismo en nuestro comportamiento, puesto que nuestras emociones, nos invitan a responder de una manera determinada en situaciones concretas. 

Por ejemplo, si identificamos que estamos sintiendo enfado o ira y nos preguntamos ¿Para qué me puede servir esto que estoy sintiendo ahora en lo siguiente que voy a hacer?  

Las emociones contienen información en su interior:  surgen por un determinado motivo (desencadenantes) y siguen una serie de pautas concretas. Aprender a extraer toda esta información resulta clave para entender muchas situaciones a las que nos enfrentamos y tomar mejores decisiones.  

Miguel Ángel nos contaba que nuestros estados emocionales condicionan parte de nuestras habilidades cognitivas: la emoción que sentimos puede, por ejemplo, afectar nuestra capacidad creativa, nuestra capacidad de sonreír, de escuchar, de recibir feedback… Comprender de dónde viene este estado emocional es fundamental para abordarlo y potenciar nuestras habilidades. Para ser más efectivo y productivo. 

 

Conversación de optimistas. Inteligencia emocional 

La compasión 

Florent recalcó que la inteligencia emocional no solo sirve a los sanitarios para interactuar con sus compañeros de equipo, sino que también les ayuda a mostrar compasión hacia los pacientes: esa capacidad de entender el dolor ajeno y además actuar para aliviar ese dolor. 

 

 

 

 

La productividad en el entorno sanitario 

Miguel Ángel señaló que, en lo que concierne a la productividad, en la sanidad podemos quedarnos en un punto de vista meramente objetivo: número de pacientes diagnosticados y tratados. Pero también podemos ir más allá y observar una productividad subjetiva en la que los pacientes reconocen una calidad en el trato que reciben.  

Miguel Ángel citó algunas de las herramientas que nos ayudan a cultivar nuestra inteligencia emocional y que explica en detalle en el módulo del campus FHO. Y también nos dejó una frase que nos invita a profundizar en el autoconocimiento de nuestros sentimientos: 

         Para recibir hay que dar y para dar hay que tener… y uno da lo que tiene dentro.  

Por eso debemos cuidar eso que tenemos dentro desarrollando esa inteligencia emocional que nos ayuda a sacar lo mejor de nosotros mismos. 

 

*La Inteligencia emocional es la habilidad para reconocer y manejar los sentimientos propios y ajenos. Una alta Inteligencia Emocional favorece en gran medida las relaciones sociales y está detrás del éxito personal y profesional.